A mi hijo

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Viniste al mundo con dificultad, con la resistencia de quien se niega a nacer e iniciar un periplo incierto, hace hoy veinticinco años. El momento en el que la situación se puso al límite, asomaste la cabecita como quien asume que ya no queda alternativa. Ahí, se inició tu existencia. A medida que fuiste creciendo, muy lentamente para padres primerizos, me apercibí de que tu negativa inicial no fue azarosa. Mirabas cuanto te rodeaba con unos ojazos de intenso asombro, pero temeroso. Tu necesidad imperiosa de entender ese lugar en el que habitábamos te impelía a preguntar, a una edad que no te correspondía, el porqué de costumbres establecidas, hábitos y a reclamar la incursión en el mundo de los adultos, como si creyeses que ahí estaban las respuestas.

Tu padre y yo, de sorpresa en sorpresa, íbamos apagando fuegos, ante la actitud y las demandas de un niño cuya mente parecía desbordarle; y nuestra ignorancia de cómo responder a tu curiosidad ansiosa por aprehender cuestiones nimias aparentemente, unas; y de cierto calado, otras; requería cónclaves espontáneos, para nosotros de trascendencia. A los tres años, me exigiste que te respondiera sobre la identidad de los reyes magos y sobre esa historia que contábamos sobre un tal Jesús, los cuales estabas convencido que no era más que unas estrategias de los adultos para que los niños se portaran bien: “¡Quiero la verdad!”, impusiste dando un golpetazo con la mano sobre la mesa.

Lo cierto, es que desde antes ya me había apercibido que tu existencia no sería fácil, porque quien tanta necesidad tiene de saber se estampa con la finitud en un recorrido hacia horizontes infinitos. Siempre has vivido con mucha intensidad, resguardándote en tu espacio interior que se asemejaba a un hervidero al que nadie lograba rebajar su temperatura. Y esa actitud ante la existencia no se elige, al menos en tu caso; por el contrario, era una angustiosa necesidad de comprender: lo arbitrario, lo que no dependía de nosotros, las costumbres, y los misterios nucleares de qué “hacía un chico como tú, en un lugar como este”.

Hoy, en la celebración de tu cuarto de siglo, la búsqueda es no apta para todos los públicos. Y no porque estés inmerso en la actividad filosófica, pasando por los rigores de la Academia, sino porque alcanzas unas profundidades y te deslizas en un laberinto de abstracciones que experimentas con pasión, y que no todos podemos aprehender.

Serás lo que ya eres: una gran persona, sensible, capaz de escuchar y humilde. Que, a pesar de los pesares, has aprendido, ensanchando el estómago, a lidiar con convenciones sociales y rigores formales que logras despreciar otorgándole el lugar que les corresponde. Has masticado los hechos y digieres las imposiciones ineludibles. Las otras, conocedor de que responden más a ambiciones humanas o egos enardecidos, las despachas con una sonrisa, y sigues concentrado en lo que valoras como irrenunciable.

No eres un estoico, aún así, poseo la convicción de que conseguirás hallar un equilibrio entre este deambular terrenal y tu pasión por ocuparte de lo relevante. Y no olvides que entre lo necesario para desatar las pasiones más placenteras[1] está la interacción con los otros, y principalmente con los que quieres y has elegido, como esas personas que forman ya parte de ti.

Disfruta de este día y procura llevar una vida buena, o dicho de otro modo, que tu existencia se sustantive en Vida.


[1] Quítese de la expresión cualquier moralina católica

Plural: 4 comentarios en “A mi hijo”

  1. Cómo me ha gustado¡¡¡. Ojalá tu hijo alcanza toda la «felicidad» que se puede alcanzar en este mundo y sobre todo esto que tú señalas: «poseo la convicción de que conseguirás hallar un equilibrio entre este deambular terrenal y tu pasión por ocuparte de lo relevante. Y no olvides que entre lo necesario para desatar las pasiones más placenteras[1] está la interacción con los otros, y principalmente con los que quieres y has elegido, como esas personas que forman ya parte de ti!. Probablemente ese el camino para alcanzar esa inestable «felidad».
    Felicidades también para ti.

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