Ayer tuve el honor de asistir al penúltimo concierto de Joan Manuel Serrat. Para los que estábamos allí, la gran mayoría nacidos entre los 50 y los 60 del siglo pasado, toda una revolución de idealistas frustrados fue mucho más que un concierto. En cada canción retrocedíamos a momentos significativos de nuestras vidas en las que uno de los más emblemáticos juglares -en el sentido genuino del término- nos elevaba hasta casi tocar el cielo, porque todo parecía posible con lucha y convicción.
Serrat transitó con sus canciones desde la guerra civil, a la postguerra franquista y a una actualidad rabiosa, con temas compuestos hace cincuenta años. ¡Impresionante! Y a la vez, decepcionante, porque te apercibes que sustancialmente la imbecilidad humana no ha variado un ápice: ni el egoísmo, la vanidad, el afán de poder y el desprecio de los desheredados.
También hubo momentos nostálgicos, melancólicos cuando cantaba nuevamente esas baladas que habían acompañado nuestras adolescencia y juventud. Obviamente, en un concierto no cabe toda la producción de este gran compositor, poeta y cantante y, por ello, echamos de menos algunas canciones, cada cual las suyas.
Tal vez, el momento cumbre del concierto fue cuando cantó con una pasión y una entrega concienzuda de que era de las últimas veces que iba a interpretarla, fue “Para la libertad” un poema del gran Miguel Hernández. El Palau Sant Jordi, repleto, se enardeció encendiendo los móviles -antaño eran mecheros que ahora están absolutamente denostados y mal vistos- y cantando con Joan Manel ese gran poema que, por la historia más lejana o reciente, todos hemos sentido en algún momento la necesidad de vocear a los cuatro vientos.
Dedicó un espacio nada menospreciable a recuperar canciones que eran un lamento por la devastación del planeta que estamos llevando a cabo los humanos; y esas letras, escuchadas hoy, ponen la piel de gallina a cualquiera que se detenga a pensar los años en los que las compuso. Todo un llanto por el cambio climático y la pasividad de los que tienen en sus manos, realmente, modificar sustancialmente nuestra forma de vida.
Un concierto, mi primer concierto multitudinario y el penúltimo de Joan Manel Serrat, que emocionado pero manteniendo en todo momento el saber estar -a pesar de los minutos, no sé cuántos, que varias veces interrumpieron el concierto con el público en pie aplaudiendo- nos regaló -y no lo digo porque fuera precisamente gratis- una entrega, una pasión y una resolución musical y vocal a sus casi ochenta años que es de agradecer, quien canta cada canción como si fuera la última vez, te da todo su ser, su historia y su vida. Gracias gran Serrat. Os dejo el concierto que ya parece colgado en YouTube del pasado día 20 -no el de ayer al que asistí personalmente-, aunque en unos días tendréis la ocasión, supongo, de ver cada uno de los que ha dado en esta última gira de despedida.
Un recuerdo a Pablo Milanés que falleció recientemente y al cual podríamos homenajear por todo lo que nos dio.
Sin dudas uno de nuestros grandes grandes y es verdad, cada tema me manda a una época, a un recuerdo a una vivencia, fenomenal. Un saludo
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De ces voix qui portent au-delà du levé stupide qui conduit à rien, Serrat, est de ces battements de coeur qui franchissent les frontières. Du Panthéon de la vie , il a cette réunion talentueuse de la voix, du texte, et surtout sa présence sur la barricade où résiste la liberté. J’imagine l’union qui devait régner à ce concert. Il incarne l’image de cette opposition à ce qui reste votre plus grand malheur, cette guerre civile dont l’heureuse issue n’a pas totalement cicatrisée les horreurs. Du passé vaincu, le présent montre plus de lâcheté que de résistance. L’idée créative ne se cherche plus, elle a jeté les gants. L’intelligence artificielle avance et dévore la seule qui soit digne d’intérêt: celle de l’Homme. On fabrique de la richesse pour développer une pauvreté galopante sans s’émouvoir. La valeur demeure, c’est la fenêtre qui est murée. Tout à toi, Ana, je t’embrasse.
Alain
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