Ciudadanía pasiva

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Ayer, en el hospital de Bellvitge de L’Hospitalet -Barcelona- tuvo lugar una protesta mínima contra los recortes y el desmantelamiento progresivo de la Sanidad Pública. La califico de “mínima” porque la afluencia era escasa, desconozco si por un problema de convocatoria u otras razones más preocupantes. El tema viene de largo. Durante mucho tiempo el movimiento de “la marea blanca” estuvo luchando por proteger la sanidad, ante la escasa implicación de los usuarios -aunque es cierto que tal vez no se hizo un llamamiento claro y eficaz-. El caso es que una de las acciones recurrentes fue el corte de la Gran Vía que causó la irritación de muchos, y que fue perdiendo fuerza hasta diluirse. Años después, y ayudados por la pandemia del covid19, la sanidad pública está agonizando. Pasa por uno de sus peores momentos empezando por la denominada asistencia primaria: conseguir cita o comunicarse con el médico de familia es toda una odisea.

Falta una apuesta decidida por parte de los gobiernos estatales y autonómicos de mantener el modelo que parecía funcionar, con sus defectos como todo. Las listas de espera para las intervenciones quirúrgicas siempre han sido un problema, no vamos a negarlo ahora. Estoy refiriéndome en concreto a Catalunya, ya que en cada autonomía la Sanidad camina por su cuenta, aunque en estos momentos la unifica esta crisis de recursos. En consonancia con ello, ha habido una falta de planificación de escándalo respecto a la renovación y mantenimiento de las plantillas de médicos, enfermeras, en general personal sanitario. Siendo el estado español uno de los países, sino el que más, invierte en la formación de sus médicos -diez años como mínimo, con cuatro de aprendizaje en hospitales y ambulatorios-, siendo estos de los mejores preparados, ha permitido que la falta de reconocimiento, de medios para trabajar y de un sueldo que se corresponda con su responsabilidad provoque el efecto “fuga” hacia otros países de Europa en los que están más reconocidos a todos los niveles. Hoy en día faltan médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y no por falta de interés de jóvenes que quisieran dedicarse a la salud, sino porque implica mucho esfuerzo para acabar en una situación poco deseable. No quiero pasar por alto que entre el personal sanitario -como en toda profesión- hay individuos sin vocación y, a veces poco preparados, que deberían haberse dedicado a otro menester; todos hemos tenido experiencias de esas.

Bien, pero la cuestión que nos ocupa, lo dicho hasta ahora ha sido introductorio, es el porqué en Catalunya no existen movilizaciones de toda la sociedad ante la pérdida de uno de los pilares del Estado del Bienestar que estamos perdiendo, y de manera galopante desde la pandemia. En Madrid han salido miles de personas llenando las calles en protesta de las políticas de desmantelamiento de la presidenta Ayuso. En Andalucía, también. La Sanidad pública en Catalunya está agonizando ¿cómo puede ser que no haya movilizaciones para proteger ese bien tan preciado? El personal sanitario está quemado, y ya se desgastó durante “la marea blanca” sin ningún éxito, pero falta aunar fuerzas junto con el resto de los ciudadanos para dar un golpe de puño en la mesa y decir basta. Esto no sucede, sino que parece que los ciudadanos en Catalunya seamos pasivos.

A algunos les sorprenderá lo que estoy afirmando si recuerda las movilizaciones por la independencia. Esta es una muestra más que esas reivindicaciones fueron el resultado de un trabajo meticuloso de años y de una fuerte implicación del gobierno autonómico y de organizaciones civiles cuya influencia en la burguesía catalana es notable. Los ciudadanos se dejaron arrastrar en muchos casos por una acción decidida y dirigida desde arriba que intentó convencer y movilizar a los de abajo. Algunos se implicaron por convicción, sin embargo, es difícil creer que la cantidad de personas y jóvenes que se sumaron a la causa lo hicieran sin haber sido manipulados, haciéndoles creer que todos los problemas de Catalunya se solucionarían con la independencia, el de la Sanidad también. Aquello fue, sin duda, una lección magistral de cómo se manipula a las masas. Les dieron un motivo común por el que luchar, en menoscabo de necesidades y urgencias mayores por los que se debería haber movilizado la población, y que no hizo el mínimo atisbo de ello: la sanidad, la educación, la imposibilidad de acceder a la vivienda, la pérdida inaceptable de poder adquisitivo, …por el contrario ha habido protestas sectoriales: los autobuses por su cuenta, los trabajadores del metro y los taxistas son ejemplos envidiables. Pero me pregunto: ¿quién se moviliza por las urgencias y carencias transversales que afectan a todos los ciudadanos y determinan las condiciones de vida que tenemos? La respuesta está clara, nadie. Los sindicatos están supeditados y han perdido absolutamente su razón de ser original.

Me sorprende, cada vez que sucede, la unidad de los franceses en la defensa de sus derechos compartidos -que son muchos- y cómo son capaces de enfrentarse inclusive a una ratificación del Tribunal Constitucional porque tienen muy claro que la democracia, son ellos, y sin ellos no hay ratificación posible. Lo último ha sido la lucha por no permitir que se alargue la edad de jubilación -no entro en el acuerdo o desacuerdo con la medida-. Que el pueblo francés se enfrente a su gobierno electo, con voluntad pacífica que ya sabemos que no es posible porque o los ciudadanos se dejan aporrear para disolverse -como los indignados- o se defienden, y si hay reacción, las protestas acaban siendo violentas por ambas partes. Recordemos las protestas contundentes de los chalecos amarillos, que acabaron consiguiendo sus demandas. Y, en definitiva, una voluntad decidida es la que nos falta en Catalunya y en general en el estado español para luchar por proteger lo que constituyen derechos adquiridos.

Mirémonos en el espejo de otros, y veremos que solo a base de manifestaciones incesantes y multitudinarias los gobiernos pueden modificar en algo lo prioritario, aunque solo sea para acallar a la marabunta.

Es triste que con las carencias que vive la población catalana en estos momentos, y el índice de pobreza alto para ser un país “desarrollado” no llenemos las calles de voces reclamando lo que nos corresponde por ley, es decir necesidades no sectoriales, sino aquellas transversales sin las que no se puede vivir, al menos la gran mayoría no burguesa. Faltan líderes sociales que con convicción coordinen movilizaciones de la sociedad en pleno para decir basta ya. Basta de tener sueldos que solo sirven para pagar el alquiler, basta de que esa situación la afronten los políticos haciéndose los despistados, porque si uno se plantea ¿cómo sobreviven muchos de los ciudadanos? A algunos se les debería caer la cara de vergüenza.

Bien, aunque he procurado mantener contenida la pasión, hay veces que eso es casi imposible. Me basta con que llegue el mensaje central de por qué consentimos que nos pisoteen sin protestar, por qué vamos callando y adaptándonos a lo que sea sin chistar, por qué no gritamos basta ya de tomarnos por idiotas, y dejamos que de la independencia se encarguen los que no pasan dificultades económicas, los pudientes, porque la independencia nos permitirá decir “el govern ens roba”, en lugar de “Madrid ens roba”. Cambiará el ladrón, pero no se solucionará el problema, si no que se lo pregunten a los que participaron en el “reinado” de los Pujol.

Nos dejamos pisar, y un pueblo que se deja pisar está condenado a desaparecer como tal.

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