Dualismos y cancelaciones: radicalismos.

Un comentario

Ahora, que los tiempos y espacios que determinan el ámbito en el que es lícito fluctuar, se cancelan los dualismos, binarismos que son considerados excluyentes, se intenta establecer una continuidad discontinua en lo material corpóreo que es lo humano. Así, hay dualismos que implican conflicto entre los componentes del binomio, como por ejemplo amor/odio, guerra y paz. Lo conflictivo es que lo real está plagado de oposiciones en tensión que pujan por imponerse, como si de facto ambos términos no se hallaran de facto entremezclados y fusionados. Evidentemente no todos los dualismos implican un conflicto, ya que por ejemplo con algunos se pretende insistir en que se es A o B, estando claramente delimitado en qué consiste ser una cosa u otra.

La tendencia dualista, en su primer sentido, proviene de la dialéctica heraclitanea, al menos, y muestra que lo real es un tránsito que oscila de un contrario a otro, y que esta lucha hace de esa realidad algo cambiante, e incluso una perspectiva que hace comprensible lo humano y muchos de sus asuntos. El conflicto, la crisis es la base sobre la que se constituye lo humano.

Por su parte el dualismo excluyente, por ejemplo, alma/cuerpo pretende mostrar que lo real no es solo lo material, sino que hay algo que lo trasciende y que, en interacción con ella, la dota incluso de sentido.

Estos dualismos han derivado en lo que actualmente se tiende a denominar binarismos. El más recurrente es el que niega la categorización hombre/mujer, proponiendo una visión de lo humano continuo, sin acotamientos insalvables, que permitan que cada individuo se pueda sentir uno u otro, e incluso oponerse a ese binarismo sexual, declarándose no binario. Aquí lo trans adquiere todo el sentido ya que un individuo puede transitar esa oposición, romper con ella e incluir en según que caso ambas categorías, o cambiar de una a otra, evidenciando la falacia de la discontinuidad dualista.

La cuestión es muy compleja, aquí estamos haciendo un recorrido superficial, sin posibilidad de mostrar los argumentos de unas perspectivas u otras que darían lugar a un ensayo y una investigación rigurosa.

Sin embargo, este intento de des-categorizar o, como se dice, resignificar conceptos para ampliar nuestra mirada, puede provocar confusiones nada menores.

La necesidad de elevarnos por encima de los conceptos, que no son más que metáforas que hemos olvidado que lo son[1], se extiende a cuanto consideremos real -materialidad corpórea-. Este proceso de comprensión del mundo es más flexible y en consecuencia probablemente se aproxima, a menudo, más a lo real. Pero, como ya indicamos al principio del párrafo, puede ser fuente de confusiones y, por ende, dificultades de comunicación y de diálogo, que es el punto de partida de cualquier Filosofía. Pensemos en cómo estas miradas diferentes se asumen con una militancia ideologizada que cancela cualquier otra posibilidad como si alguno de los contendientes poseyera la verdad. Quien no acepta la teoría queer, que dicho sea de paso incluye argumentaciones y supuestos diversos que no constituyen necesariamente una unidad indisoluble, es calificado de retrógrado y calificativos peores, con lo cual se está imponiendo un pensamiento único, cayendo en una contradicción con su misma actitud de que cada individuo es quien siente que ser, y debe tener un lugar propio-. De la misma manera quien a toda costa denigra cualquier cambio en la concepción heteropatriarcal se está erigiendo como lo único razonable que debe mantener el orden dentro del caos conceptual que conlleva teorías como la mencionada.

Es decir, la continuidad discontinua es una falacia porque de hecho deriva en una confrontación entre los que radicalmente y sin apercibirse de que el diálogo, y no el menosprecio arrogante, puede llevar a las sociedades a cambios asumidos e interiorizados por el conjunto de individuos, y no a un juego infantil de cancelaciones que no conducen a ningún lugar.

Me atrevería a decir, que estos cambios que se han producido en las leyes desde el gobierno, al menos en España, se han producido de arriba hacia abajo, algo poco democrático y además contraproducente, ya que choca frontalmente con el trato que se da a los menores, por ejemplo, es otros ámbitos. ¿Tiene un menor de dieciséis años madurez y criterio para decidir si aborta o si entrar en un proceso de cambio de sexo, al margen de sus padres o tutores, pero no posee la responsabilidad penal ante agresiones sexuales, violaciones u otro tipo de delitos contra la dignidad del resto de los ciudadanos? ¿Tampoco posee criterio para votar?

Habría que ahondar en cada una de estas cuestiones, lo cual no excluye que de entrada sea como mínimo paradójico, ni que se esté aquí defendiendo que la persona directamente protagonista que es el menor deba ser ninguneado.

Lo que sí demuestra esto, es que existe un desfase entre la responsabilidad que se otorga a los menores según el caso, sin que éste tenga que ver con la importancia de la cuestión sobre la que decidir.

Lo conceptos deben ser modificables y repensados, nunca verdades absolutas establecidas de forma indefinida. El uso de la metáfora es fuente de claridad en ocasiones, si aceptamos las limitaciones del lenguaje en la representación de un mundo tan complejo. Mas nunca pueden ser impuestos ni por parte de unos, ni de los otros, porque lo que estamos desatando es un nuevo dualismo de mirada contrarias que presupone verdades en la era de la posverdad, ya que está implícito que uno debe vencer sobre el otro.

Parece que lo humano cumple su sino, el de tropezar cada vez en la misma piedra.


[1] Nietzsche habla largo y tendida en su obra “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”

Singular: 1 comentario en “Dualismos y cancelaciones: radicalismos.”

  1. ¿Tropezar con la misma piedra? Me suena…¿De qué hablamos de la humanidad y la religión? ¿Los filósofos como asesores políticos? ¿Los poetas y sus musas? Más especificidad sobre los culpables….Mi otro Yo que no me perdona tropezar con la misma piedra con diferente rostro…besos al vacío desde el vacío

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