IMAGEN: La economía del bien común: una redefinición de Jean Tirole : Ethic
Con algo más de perspectiva para poder evaluar cómo afectó la pandemia del covid-19 a las sociedades occidentales, podríamos decir que aparte del batacazo económico, los paradigmas bajo los que se organizan y funcionan nuestras sociedades no se han tambaleado un ápice. Es decir, el sistema neocapitalista sigue siendo el cinturón dentro del cual poseemos cierto margen de acción -aludo a la imagen utilizada por el sociobiólogo E. Wilson en relación con la biología y la cultura-. Habiendo, además, superpuesto el fin oficial de la pandemia con la guerra en Ucrania, la economía sigue padeciendo mucho, aunque lo relevante es que quienes padecen son las personas que se hallan en la miseria o cerca de ella. La percepción de la incertidumbre se ha extendido e inoculado en cada individuo como si fuésemos caminando continuamente por el alambre de un funambulista.
Sin embargo, no ha acontecido ningún cambio sustancial del sistema económico, como algunos aventuraban, ni el capitalismo ha tocado a su fin, ni presagios que aventuraban cambios drásticos en las formas de vida. Antes, me atrevería a decir que, viendo lo visto, se ha acentuado más el individualismo, el miedo y por lo tanto funcionamientos egoístas que nos protejan de catástrofes inesperadas, como fue la pandemia.
Ha proliferado la carrera armamentística en todos los países, al menos en los de la OTAN y en las otras potencias mundiales que temen que la guerra de Ucrania sea el prefacio de un desatino mayor. Es decir, la lógica imperialista económico- militar sigue como en los mejores tiempos y los intentos de remontar el caos económico siguen haciéndose desde el mismo prisma.
Se ha polarizado el reparto de la riqueza, aún más: los que tienen son menos, pero tienen más; lo que no tienen son más y tienen menos. En definitiva, ha aumentado la pobreza.
El desarrollo tecnológico, que se vio beneficiado por la pandemia, ha experimentado en sus postrimerías un salto cualitativo en lo que denominamos la Inteligencia Artificial, centrándonos ahora en prever las consecuencias y malos usos que se de ella podemos hacer. Al menos, reconocemos claramente que somos tremendamente maleables si está en juego nuestro beneficio particular.
Reconocemos la incertidumbre en la que vivimos, la vulnerabilidad de todos y que casi todo lo pensable es posible. Así que, en conclusión, hemos desvelado el aspecto más voraz de la condición humana. Los llamados a estrechar vínculos comunitarios, constatando nuestra interdependencia restan como aportes de gran sentido común y de lo humano, pero muy poco realistas, ya que no es ni de lejos la prioridad de los organismos internacionales, ni de las multinacionales. Lo prioritario continúa siendo el poder en manos de pocos y, por ende, la búsqueda, a costa de lo que sea, de su mayor beneficio.

Estos filósofos buscandole tres pies al gato…Después de la Pandemia quedó….¡Los mismo! NO hay nada nuevo bajo el Sol…lo dijo un tal Cohelet…los ricos más ricos, los pobres más pobres…el orden natural de las cosas no se altero…tal vez cuando llegue la próxima pandemia mejore la calidad de las series de Netflix….Sorry no comment…
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