Despunta el daño insistentemente infringido que la mente se ocasiona a sí misma. Una práctica interiorizada rebosante de culpa por una falta sin identificar, etérea. Ese océano de posibles motivos desborda cualquier posibilidad de redención, porque cuando se desconoce en qué se ha errado maliciosamente –el supuesto mal, aunque sea inconsciente, está presente, de lo
