La tentación de disponer de cuanto deseamos nos desdobla inexorablemente en lo que aparentamos y lo que ocultamos.
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Quien carece de deseo, adolece a su vez de la fuerza del vivir. ¿Implica esto que nos movemos solo según deseos? No, pero que sin ellos no hay posibilidad de discernir el querer que fundamenta el vivir.
La voluntad obsesiva puede focalizarse en fines perniciosos para el sujeto. Así, tal vez sea más destructiva una voluntad ciega que los deseos que siempre declinan su intensidad.
Abstenerse de catar una tentación aleja el riesgo de caer desplomados, pero alimenta es deseo de devorarla salvajemente.