El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
Etiqueta: Razón
Vamos serpenteando para esquivar lo nocivo y dar con los remansos de vida que quedan, esos en los que la piel se nos eriza de emoción ante un rostro, una expresión o un gesto; y la sensibilidad -no anestesiada- distingue lo genuino, esos restos de autenticidad que quedan en algunas personas. Porque tras una existencia
No queremos lo que tenemos; y tener, aquí, es cuanto somos materialmente, lo cual está constituido por lo que vamos siendo en el fluir cotidiano, así como lo que poseemos para subsistir. Como híbridos de bestias y ángeles, deseamos sin satisfacer nunca el deseo, ya que el deseo mismo es un conglomerado de ambigüedades y
Si la voluntad rebosara del deseo de cooperar con los otros y la conciencia de la convicción de nuestra interdependencia, podríamos tejer redes sociales que contribuyeran al vivir bien de todos. Constituiríamos una comunidad cuya alianza poseería una fortaleza firme. Sin embargo, nuestra voluntad no solo se desborda de ese instinto de unión, sino con
No escribimos por voluntad o, dicho de otra forma, cuando lo hacemos el resultado carece de alma, y esta debe palpitar en cualquier escrito, ya sea literario, filosófico, poético, …Sin ese espíritu que nos anima, que nos mueve a, que constituye el reflejo de un interior vivificador, ninguna palabra, ni texto escrito llega realmente a
Evacuar lo escatológico que se pudre en las entrañas, puede ser una expresión soez y zafia, o una metáfora o imagen de cuanto contenemos en nuestro interior de despreciable, y en consecuencia de la necesidad de expelerlo con prontitud. Porque, nos agrade o no, todos incorporamos lo bello y lo siniestro a lo largo de
Se dice de la superstición que es una creencia ajena a la fe religiosa y extraña –RAE- pero, mareando la cuestión, se me antoja que esa cualidad de rareza proviene de la falta de explicación racional que la sustente. Y, prosiguiendo, me sorprendo rebuscando qué tipo de fundamento derivado de la razón tienen las religiones.
Poseídos por un denuedo desbocado, carecemos de la templanza requerida para bosquejar trayecto alguno. Y por ello somos arrastrados a padecer penurias del alma, que empobrecen y denigran, porque no decidimos, sino que actuamos como forma de desfogue de las impulsiones que podrían vigorizarnos, pero que por la ausencia de raciocinio nos abocan a situaciones
Disponiendo de todo cuanto, de facto, hay, simulamos domeñar el mundo como si este no opusiera resistencia alguna. Pero este dolo, perpetrado y erigido bajo el supuesto de nuestra razón ilimitada, se desvanece ante el contraste empírico que nos desenmascara, mostrándonos como entes mediocres y sometidos –a su vez- al deseo egoísta y a la
Como si de un lienzo no depuradamente tamizado se tratara, entretejemos la vida; a súbitas pulsiones que nos incitan a crear, pretiriendo cualquier atisbo de racionalidad, temerosos del influjo apremiante que esta ejerza sobre nuestra potencialidad. Mas, no siempre es mejor lo placentero; y a la postre generados por arrojamientos de pasión, no devenimos auténticos,