Su espacio emocional era inmenso, excesivamente voluble y susceptible ante los gestos ajenos. Su inercia la com-pasión, esa capacidad de padecer con el otro por su sensibilidad empática. Y, coherentemente, la disponibilidad para sostener a los que sabía que estaban sufriendo, haciendo lo que fuese necesario para el otro. Sin embargo, esta naturalidad con la