No hay contradicción entre el lenguaje y el gesto, uno está sujeto al deber, el otro al querer, y como humanos mientras lo que deberíamos hacer pueda ser distinguido de lo que queremos hacer, el gesto espontáneo que brota de la voluntad oprimida será siempre el auténtico querer. ¡Qué vida más absurda la de aquel
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Si de nada sirve un soponcio derivado de la frivolidad de un gesto, ¿para qué padecer una corajina por la insustancialidad de otro, nítidamente ajeno? Más avispado es quien retorna indiferencia, es decir no reacciona ni se afecta, a la veleidad de aquel que carece de subjectum, y no puede ni vislumbrar en qué consiste
Cuando el gesto de rebeldía es inocuo para el sistema, ¿existe la posibilidad de un gesto absoluto? Entendiendo como tal, no el abandono existencial de la estructura que oprime –de qué sirve-, sino un punto de inflexión que tambalee los cimientos de esa anti-sociedad. Intuyo que todo gesto es un grito individual, rematadamente vano.