Somos la alborada fracasada de nuestro querer. Vagamos tironeados entre lo que deseamos, nuestra pasión rabiosamente inmediata, y esa voluntad frágil que aspira a ser. ¿Por qué someternos a ese querer, a veces, tiránico con nuestra inercia al propio desahucio? No hay imperativo que nos obligue a tan alta aspiración más que nosotros mismos, a