Sería un gran absurdo publicar un post que no contuviera texto o, en otros términos, fuera una “página en blanco”. Quizás podría interpretarse, no como el agotamiento de quien subscribe estas letras sino como la invitación al lector, bajo el título del post, a verter su propio texto.
También, obviamente, como el bloqueo de una mente que se siente reiterada, repetitiva y vagabundeando en la nada de un mundo herido, esclavo y condenado al sufrimiento por una voluntad impersonal que no ceja en su empeño de doblegarnos a todos. Algunos lo llaman el sistema, pero, fatigados de ese anonimato, solo nos queda mascar la impotencia de una fuerza centrífuga de la que no podemos liberarnos.
Inmersos en este mundo de extrema pobreza para muchos, de maltrato por cuestiones de sexo, raza, religión y origen. Estremecidos por las guerras o su forma velada que es el terrorismo –del cual sabemos lo que nos dejan- y de las miles de víctimas inocentes que caen, sobre todo de la población civil que es el nuevo blanco de los tiempos que corren -encima eso- Abatidos por la impotencia de no poder identificar a los responsables, porque la complejidad del mundo apunta a una red de responsables imperceptibles, inidentificables, antagónicos, insospechados. A nosotros mismos girando la palanca del sistema,…
En estas circunstancias insostenibles, intentamos elevar la mirada para observar al hombre más allá de esta humanísima determinación, como si esa fuga fuera a proporcionarnos la calma deseada. Y en ese acto de autosuperación, trascendiendo la existencia y ahondando en el ámbito del sentido, encontramos la auténtica razón de la existencia: la nada. Hemos ascendido hasta el borde de un abismo desde el cual se otea el vacío más crudo que pueda ser observado. Tras esta existencia sin esperanza aguarda lo único que esperábamos: Nada. La lógica es aplastante, el vacío agónico. Pero mientras tanto, feliz año nuevo.