Locos pero geniales

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Son muchas las páginas escritas sobre la  posible vinculación de la locura y la genialidad, pero creo que no tantas sobre el miedo que el  loco puede infundir al psiquiatra o terapeuta y las estrategias que éste urde para protegerse. Hace unos días escribía un breve post en este sentido[1], y el interés por el tema me llevó a la última  publicación de Fernando Colina[2] en la que intenta a lo largo de un recorrido por distintos aspectos de la vida del enfermo mental –y en el fondo de cualquier humano- reivindicar el derecho del “loco a su locura” y de una asistencia respetuosa por parte de la psiquiatría, donde prevalezca el bienestar del paciente y no la comodidad de los médicos y los intereses de la industria farmacéutica de medicalizar todo sufrimiento. Síntesis hecha a grandes rasgos y desmereciendo la obra, muy a mi pesar, rica en argumentaciones, matices y escrita con humana belleza que lleva al lector a interpelarse continuamente, pero mi pretensión no es hacer una crítica –aunque recomiendo fervientemente su lectura- sino recuperar ideas del autor que considero expresan con mayor rigor y claridad algunas reflexiones que deseaba hacer al respecto.

La psiquiatría y en general las intervenciones terapéuticas orientadas a pacientes con trastornos o  enfermedades mentales –prescindo aquí de las perspectivas  exclusivamente biologistas por absurdas- establecen a menudo planes de acción excesivamente rígidos o estandarizados, con un margen de elasticidad casi nulo en espera del  paciente al que debe ser aplicado. Obviamente, si al hablar de educación todo el mundo cree tener autoridad para hablar de la necesidad de la personalización, hablando de tratamientos que se aplican a una persona con una historia, unas características peculiares, y un entorno propio, me parece que huelga ningún comentario más. Si la  cuestión la trasladamos a la sanidad pública la rigidez se acrecienta enormemente. A veces es cierto que los profesionales necesitan un cierto marco protector. Pero también lo es, que cuando la estructura, las condiciones o las normas son tan incuestionables y rígidas, tal vez ocurre lo que advierte Codina:

Los locos se convierten fácilmente en un peligro porque nos confrontan con las raíces de nuestra debilidad.[3]

En estas circunstancias el terapeuta o el psiquiatra está menos preocupado por escuchar al paciente que por protegerse él mismo, y puede caer fácilmente en el remedio farmacológico cuando a lo mejor no era imprescindible.   En  ocasiones hay formalismos –tratarse de usted, por ejemplo- que operan como protectores conscientes, pero que el uso habitual les hace perder su eficacia, aunque tal vez el profesional se sentiría más desprotegido emocionalmente si no lo usará, de facto no lo está.

Ahora bien, lo más terrible de la locura para los que parecen no estar locos y para los que han vivido siempre al borde o al límite de ella es en palabras de Codina:

           La locura representa la experiencia de quien no ha soportado el abandono inaugural que pone en marcha nuestra identidad y nuestra independencia. Su crisis nos interpela y nos recuerda de continuo la soledad esencial y constituyente con que somos arrojados arbitrariamente al calabozo de la vida. El temor a la psicosis no incumbe en exclusiva al psicótico, pues de continuo late en el núcleo de todos nosotros.[4]

Pero para los locos, y aunque Fernando Codina reivindique el derecho a estar locos, mi duda surge cuando me pregunto qué derecho reclaman ellos. Tal vez esa locura, protegida a través de delirios para no descuartizarse es aún excesivo sufrimiento para toda una vida, y prefieran ser zombis sin casi consciencia. O aquellos que por sus trastornos juegan en la línea bordeando la psicosis aunque no caigan de forma permanente, prefieran asimismo vivir drogados para mitigar ese dolor que por perlongado se hace insufrible.

¿Quieren los locos vivir su locura? ¿Quieren los limítrofes vivir su trastorno? Si mirar al loco porque funciona como un espejo produce dolor, imagínese ser el espejo.

[1] https://nocreocasinadaelocaso.wordpress.com/2014/03/06/locura/

[2] F.Colina (2013) Sobre la locura. Ed. Cuatro.Madrid

[3] Ibid. Pg.29

[4] Ibid. Pg. 29

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