El cansancio que se aferra al estado de normalidad, abatiéndonos y postrándonos como seres incapaces casi de movilidad, se gesta en el transcurso de una cotidianidad anodina que nubla el qué y el porqué de la existencia. No se requiere magnos sucesos que nos noqueen; al contrario, lo que nos carcome es la insulsez de un tránsito surcado por un designio inapelable que se nos antoja ajeno, externo y derivado de una voluntad fantasmagórica.
Ese sentirnos obligados y sometidos por no sabemos quién, es acaso la legitimización de ese estar, porque ya estamos; sin querer ni sentido, como entes sin conciencia de que existir no es un imperativo categórico, sino una decisión de la que se desprende nuestra parálisis vital por omisión o la posibilidad de intentar vivir.
Gracias
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A ti,….
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A ti….
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