«LA FILOSOFÍA EN EL MUNDO DEL 2021» en torno a las aportaciones de la filosofía para las problemáticas de la sociedad de nuestros días.

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Ana de Lacalle Fernández

TÍTULO DE LA PONENCIA: ¿Qué deberíamos exigirle hoy a la Filosofía?

Considero pertinente antes de profundizar en el núcleo de la ponencia, trazar, a grandes rasgos, los elementos relevantes de las sociedades contemporáneas, a fin de contextualizar la coyuntura en la que voy a desarrollar mi reflexión. De entrada, clarificar que la expresión “sociedades contemporáneas” no deja de tener un sesgo occidentalista, ya que cuando las describimos nos referimos principalmente a las culturas occidentales, debido al poder que han ostentado en los últimos siglos y, gracias a este, habiéndose impuesto como el paradigma a seguir por cualquier otra sociedad planetaria. Los hechos van mostrando que su estrategia imperialista y de sometimiento de cualquier otra sociedad ha cuajado con éxito, hasta ahora.

Bien pues, para sintetizar destacaría los siguientes rasgos distintivos de las sociedades centrándome en este año 2021 —aunque es obvio que estas características se han ido gestando a finales del S.XX y estabilizado durante estos primeros años del S.XXI— Así, cabe entre otras, mencionar que:

  • Nos hallamos en sociedades estructuradas, transversalmente, por el sistema capitalista de corte neoliberal y donde la economía financiera parece dirigir los flujos de riqueza que, de hecho, no se corresponden con bienes de producción, ni fuerza de trabajo, sino con las expectativas de consumo del ciudadano, convertido en un sujeto económico. Lo cual conecta con una globalización de la economía, una deslocalización de los centros de producción de la que ningún estado puede zafarse, y además con una globalización cultural que tiende a uniformizar, como mínimo hábitos de consumo, y que gracias a las nuevas tecnologías nos permite, por ejemplo, estar compartiendo estas reflexiones desde distintos puntos del planeta.
  • Un planeta con un reto ecológico, al límite, cuya forma de vida ha provocado un cambio climático que tiene graves efectos sociales y sanitarios y que amenaza, en definitiva, la supervivencia de la especie,
  • Sociedades multiculturales y diversas. Y aquí cabe mencionar la crisis migratoria que está afectando a nivel global, tanto a los países emisores cada vez más empobrecidos, como a los receptores que se ven desbordados por el flujo incesante de inmigrantes que llegan en condiciones extremas. Este multiculturalismo y pluralismo, consecuencia de las migraciones, se entremezcla con una cultura en decadencia en la que no hay ni verdades, ni valores absolutos, sino un relativismo y subjetivismo cognoscitivo y ético que coexiste con un nihilismo coherente con esa desaparición de los absolutos. Lo cual, a su vez, provoca una atomización de lo social, una diversificación de grupúsculos desde los que se reivindican asuntos parciales, intereses particulares, etc.
  • Sociedades en las que la estructura económica está generando un dualismo socioeconómico en el que las desigualdades y la concentración de la riqueza es cada vez más incisiva, creándose unas bolsas de pobreza y de exclusión social que solo se compensa, en parte, en algunos estados europeos por los subsidios estatales y la economía sumergida —en estas bolsas de pobreza hay en proporción más individuos inmigrantes que nativos—
  • Por último, una pandemia de covid19, sin precedentes, que ha propinado un zarpazo a la economía de mercado, cuyas consecuencias reales aún son difíciles de prever, pero que apuntan a una situación propia de postguerra. Además de los cambios geopolíticos cruciales, que ya se atisban, respecto de quién tendrá la hegemonía, qué lugar ocuparán los países emergentes y una pérdida de poder global de lo que hasta ahora ha sido occidente. Así como la predominancia de las tecnologías de la información y la comunicación en muchos ámbitos laborales y de servicios, que pueden afectar a cómo hemos concebido la ocupación y la subsistencia, e incluso en las relaciones sociales.

Bien, pues ¿Qué lugar tiene la filosofía en este contexto? ¿Cuál debe ser su función? O si, por el contrario ¿es algo tan etéreo que no estamos para perder el tiempo en disquisiciones vagas e inútiles?

Es significativo que en los primeros tiempos de la pandemia corrió por las redes una compilación bajo el título “Sopa de Wuhan” de artículos de filósofos, de gran reconocimiento actual, que reflexionaban sobre las consecuencias que la pandemia iba a tener en las sociedades del futuro. Podemos considerar que, si este libreto corría por las redes en el mes de abril, al menos, fue un tanto precipitada la voluntad de analizar un acontecimiento de tal calibre sin la distancia que la reflexión filosófica exige[1]. Pero, a pesar de la objeción que acabamos de hacer, lo cierto es que hubo una primera reacción de la sociedad, en un momento de incertidumbre y miedo, que acudió a los filósofos como si estos poseyeran una bola mágica para augurar, con relativa certeza, lo que nos aguardaba. Claramente, nadie conocía aún las dimensiones de la pandemia, ni podíamos calibrar aún las consecuencias certeras.

Aprovechando la coyuntura y la inquietud social, e incluso la demanda de explicaciones que fuesen tranquilizadoras, se publicaron no pocos libros sobre la pandemia que seguirían con una rapidez inusitada al primer libreto mencionado y difundido por internet. Unos eran ensayos sobre el mundo post-covid19, otros sobre la experiencia que estaba suponiendo la pandemia y otros, que crecieron en demanda, y que fueron los de evasión ante un mundo saturado de realidad.

En cualquier caso, parecía que el interés por la Filosofía crecía por la necesidad de buscar respuestas o pronósticos de lo que acontecería después.

Pero al margen de lo que la sociedad parecía demandar en el 2020, la cuestión relevante es ¿Cuál es el lugar de la Filosofía y cuál es su función en el panorama actual? Intuimos que tal vez, por una visión algo distorsionada de aquello en lo que consiste la Filosofía se le han hecho demandas a las que, evidentemente, ha respondido de manera dispar e incluso contradictoria, que no es precisamente lo que necesitaba la sociedad. 

Para situar de qué hablamos, podríamos decir que la Filosofía consiste en una manera de mirar el mundo intrusiva, en una actitud de desvelamiento de aquello que yace oculto tras el acontecer o incluso de un cierto método —olvidémonos aquí, por favor, de la ciencia— de indagar el mundo con el propósito de cuestionar los discursos políticamente correctos, de reventarlos para que salga a la luz el entramado de intereses, acciones y poderes que tejen la vida cotidiana. El filósofo, como afirmaba Nietzsche de sí mismo, debe ser dinamita y provocar una explosión del sistema establecido que genere repensar el mundo desde una perspectiva nueva, en cuanto quien filosofa a martillazos adquiere la conciencia de cómo se explica el mundo para utilizarlo en interés propio y, por ende, puede asumir la función de desenmascarar a quienes ponen todo a su servicio. O, como aseguraba Foucault los libros deben ser bombas, que dinamiten coyunturalmente el mundo impostado y sometido al discurso que impone el poder, para desaparecer posteriormente.

Es decir, la Filosofía tiene una función de análisis riguroso, reflexivo y debe ser un decir crítico sobre aquello que se oculta y que distorsiona en beneficio de unos pocos la visión del mundo que se impone. Así, no se trata tanto de hacer prospecciones, sino de iluminar las razones ocultas que llevan a actuar a los que tienen la responsabilidad de luchar, por ejemplo, en este año contra la pandemia e identificar de forma veraz su auténtico origen.

A modo de paréntesis, recordemos que ya hemos sido testigos de la corrupción en los procesos de vacunación y en cómo se está distribuyendo la vacuna por el mundo, acaparándola los países más ricos.

Ahora bien, como no siempre lo importante coincide con lo urgente, nos preguntamos ¿Si es que, por consiguiente, el filósofo debe dedicarse a la política?

Decía Gianni Vattimo que:

“La vocación a hacer política como filósofo, a perseguir la emancipación como filósofo y no como político especialista y profesional, significaba para mí optar por una decisión en algún sentido más universal, esto es, más indirectamente comprometida, con menos resultados inmediatos de carácter político, legislativo, etcétera, pero más educativa. En la opción de hacer política del filósofo interviene mucho la pedagogía, la idea de educar a la humanidad, de promover la transformación del hombre antes de la transformación de las estructuras. La intención democrática conduce más bien a esto, y no tanto a hacer política de un modo inmediato y directo: si eres un demócrata, debes ante todo producir aquello que se llama teoría, o sea, ideas, actitudes culturales…”

Vattimo, G. Vocación y responsabilidad del filósofo. Ed. Herder. Barcelona, 2012. Pág. 112.

Partiendo de la concepción de Vattimo, podríamos aseverar que, si el filósofo se convierte en político, desaparece el filósofo porque no mantiene la distancia sobre su objeto de discernimiento, que exige la actividad filosófica, en cuanto se ve sometido a las presiones del entramado político y de los partidos. Esto no significa que el filósofo tenga que inhibirse de participar en la vida política como ciudadano, pero no como un profesional de la política, que es lo que se da en nuestros tiempos.

Atribuye el autor, además, una tarea educativa de la humanidad al filósofo que nos parece imprescindible matizar: el pensar la realidad por parte del filósofo debe estimular la actitud crítica de sus contemporáneos y de alguna manera contribuir, y esto es fundamental, desde la autonomía y libertad de estos a su transformación. El filósofo no conduce a nadie en un sentido u otro, si a ideologías políticas concretas nos referimos, sino que contribuye a crear las condiciones para la emancipación de la humanidad.

Pero, y aquí la pregunta es ineludible ¿De qué debe emanciparse la humanidad? Pues, discrepando de Vattimo, diríamos que si es necesaria la liberación debe ser porque hay algo que nos esclaviza ¿Qué esclaviza y encorseta al hombre actual? Evidentemente el sistema económico que domina todas las esferas de la vida pública y privada, por lo que transformarse pasa necesariamente —en contra de lo que prudentemente afirma el autor— por transformar la estructura socioeconómica. Y esto porque, no podemos negar que, es ésta la que incluye y excluye, la que proporciona condiciones de existencia dignas o las niega.

De esta manera, diríamos que la importancia de la Filosofía hoy es crucial, si asume una de sus funciones principales, en esa vertiente práctica, que es despertar a los ciudadanos del sueño dogmático —como Kant reconocía que el pensamiento de Hume había logrado con él— y generar en los ciudadanos una capacidad crítica y de análisis que sea coherente con sus acciones —aquí evocamos el concepto de parresia de Foucault—. Acaso esto consiga romper con el individualismo y atomización de las sociedades contemporáneas, que impiden aunar esfuerzos en la lucha por lo que es relevante: las condiciones de vida dignas y, en el contexto pandémico, un reparto más equitativo de la riqueza que subsane la tragedia que está suponiendo para muchos países y personas.

Si la Filosofía, hoy, no ejerce esta función de desocultar las auténticas causas que limitan la supervivencia del mayor número de personas en condiciones mínimamente justas, estará fracasando. Desvelarlas supone ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de intervenir sobre ellas exigiendo a los poderes reales lo que les corresponde como humanos, al margen ya de si poseen o no el reconocimiento de ciudadano allá donde se encuentren, porque este sería otro punto para reflexionar urgentemente.

Otra función, no menos relevante e imprescindible, de la Filosofía en la era del nihilismo negativo, de la posverdad, del posthumanismo es repensar el sentido o el sinsentido de la existencia humana. La posibilidad, o tal vez necesidad de una ética para un sujeto sin horizonte que le sirva de plataforma para rebuscar formas de lidiar con el vacío existencial del que, obviamente, se nutre el sistema de consumo.

Perfilaré esta cuestión brevemente. Se dice que la historia de la filosofía occidental llegó a su destino o su decadencia con la modernidad, momento en la que el sujeto y el uso de su razón son el eje de toda indagación rigurosa ¿Por qué destino y decadencia? Destino porque en el propio desarrollo de la historia del pensamiento estaba implícito ese viraje de situar al sujeto humano como centro cimentador del mundo, prescindiendo de la realidad misma. Es decir, el sujeto es el que construye lo que concibe como real o no, con lo que aquello que se habían considerado verdades absolutas como el Bien, la Justicia se disuelven. Descabezada la verdad en sí, todo pasa a un plano relativo y subjetivo. Entramos de lleno en esa era nihilista que se produce con la consabida “muerte de Dios” que significa que no hay nada que trascienda al hombre ni por encima de él. El humano es el dador de sentido y significado de todo porque se ha apercibido que muertos Dios y los grandes ideales no queda NADA, no hay sentido externo que dignifique ni la vida humana, ni al mundo.

Esto puede tener dos consecuencias:

  1. Rendirse a la desidia el pesimismo y la pasividad
  2. Asumir la propia existencia con fortaleza y buscar el sentido que la existencia tiene, eso sí, para cada sujeto. El sentido pasa a ser -como los valores mencionados- subjetivos, y de cada uno depende vivir plenamente o vegetar mentalmente.

Este contexto se va gestando junto con el desarrollo del capitalismo que como una serpiente sibilina y ávida va anticipando falsas “respuestas” a esas necesidades de sentido. De este modo, el sistema capitalista va transformando mayoritariamente a ese sujeto en consumidor: mi vacío lo lleno consumiendo, y cuando el objeto adquirido haya saciado parcialmente mi vacío, volveré a sentirlo con tanta pujanza que necesitaré consumir más, y más.

Este esquema rápido que acabo de dibujar, nos ayuda a entender que o un pensamiento crítico, inquisitivo y radical profundiza en esos mecanismos de supuesto “sentido existencial” falaces o no des-subjetivamos, perdemos nuestra identidad para convertirnos en marionetas consumistas en manos del sistema, con lo que conlleva ese tipo de vida: superproducción, autoexplotación, para tener más y sentirme menos vacío, intentar reducir costes de producción por parte de las grandes empresa para ser más competitivas, y reducir los costes a bases de la precariedad laboral en este mundo globalizado, etc.,..

En síntesis y para acabar: la Filosofía cumple una doble función -al menos- en las sociedades actuales:

  • Una función desenmascaradora del sistema global capitalista y las formas de vida que ello comporta.
  • Una función de introspección y de autocrítica que nos impele a plantearnos, por nosotros mismos, qué puede constituir un sentido, un motivo para existir y qué no es más que otro constructo social falsificador que nos engaña.

[1] Artículo que sintetiza el contenido del compendio Sopa de Wu-Han y en el que aparece un enlace al texto íntegro. https://masticadoresdeletrasfocus.wordpress.com/2020/04/29/analisis-de-sopa-de-wuhan-by-eduardo-schele-stoller/. Los autores que se incluyen son Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago Lopez Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung- Chul Han, Raul Zibechi, Maria Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yanez Gonzalez, Patricia Manrique y Paul B. Preciado.

Plural: 6 comentarios en “«LA FILOSOFÍA EN EL MUNDO DEL 2021» en torno a las aportaciones de la filosofía para las problemáticas de la sociedad de nuestros días.

      1. Au même titre que les gurus voient s’élargir leur clientèle
        Je suis certain que la philosophie, la vraie garde l’espoir mais chez certains seulement qui sont lucides de la décadence dans laquelle nous sommes irrémédiablement entrés
        Mon nom de guerre étant Zarathoustra devines dans quel camp je suis…
        N-L

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  1. Brillante exposición!! No solo analizando la función de la filosofía, como pretendido oráculo por la saciedad, sino asimismo la contradicción en la conjunción filosofía vs. política. Una denuncia

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    1. contra la homogenizacion del poder económico y las consecuencias aberrantes que ha quebrado a la sociedad de tal manera, que el futuro surge solo como un interrogante o ilusión. Clarísima y profunda como siempre, Ana. Un cálido saludo

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