Existen argumentos a favor de exigir este documento para acceder a determinados establecimientos, como también hay serias razones para oponerse a ello.
Llevamos dos años de pandemia —recordemos que el primer caso se dio en diciembre del 2019 en Wuhan, aunque esto también está sujeto a controversias—, durante los cuales se nos aseguró que la vía de solución era la vacunación. Se desató una carrera de fondo entre los científicos y las farmacéuticas apara dar con la pócima mágica, y ala cabo de un año disponíamos de una diversidad de vacunas que fueron aprobadas por las autoridades competentes. Ahora el reto era la inmunidad de grupo, para lo cual era necesario que se vacunaran entre el 70% y el 80% —esta cifra ha ido oscilando, como casi toda la información que se nos proporcionaba— Hoy, y según las últimas informaciones la inmunidad de grupo se sitúa en el 90%. De aquí a poco será el 100%, por lo tanto, torpedearemos el concepto de inmunidad de rebaño.[1]
En España el éxito de la vacunación creo que no deja lugar a dudas. ¿La razón? Pues me temo que somos más sumisos que en otros países y que nos importa demasiado que nos confinen, nos cierren los bares, …llamadme pesimista. En estos momentos con pauta completa se indica que hay un 79’5%, casi el 80%. Sin embargo, esa supuesta inmunidad ha acabado reducida a contraer el virus de manera menos virulenta, en principio, sin que la transmisibilidad se reduzca definitivamente, sino que sigamos contando las olas. Se dice incluso que parte de los vacunados ya han perdido bastante inmunidad y se está empezando a atacar con una tercera dosis de refuerzo.
Me parece obvio que el problema no son los no vacunados, sino más bien que la eficacia de las vacunas para acabar con el virus es mínima, aunque pueda decirse —personalmente hago epojé de cuanto leo ya, a estas alturas— que disminuye las probabilidades de padecerlo de forma grave.
Por otra parte existe toda la polémica en torno a los efectos secundarios a corto, medio o largo plazo de las vacunas, y ya se han asociado problemas coronarios de deportistas de élite a la vacuna. Esta información está bastante vedada y difícilmente o de manera marginal se accede a críticas respecto de las secuelas de las vacunas, como es el caso del exvicepresidente de la farmacéutica Pfizer.
Ante este panorama, ¿alguien se cree ciertamente legitimado, alguna autoridad, para imponer la vacunación obligatoria? ¿Qué certezas hay de la eficacia y las no secuelas graves de la vacunación? Entiendo que ante el caos de información y su cambio de sentido continuado haya personas que no se atrevan, que tengan miedo, o que vean algún tipo de estrategia malévola tras la pandemia y la vacunación. Por eso sigo defendiendo la libertad de cada uno a elegir si se vacuna o no, porque sin certezas parecidas a las de otras vacunas nadie tiene legitimidad para conculcar la libertad de los ciudadanos.
Ahora bien, existen otras estrategias que en España tienen además una alta eficacia: que sea necesario el denominado pasaporte covid19 para acceder al ocio nocturno o a restaurantes y bares. Tras estas restricciones son muchos los que han corrido a vacunarse, se les ha pasado el miedo, porque peor es mal vivir, que vivir menos, pero disfrutando.
En esta medida veo cuestiones difíciles de resolver y que siguen atentando contra la libertad de los ciudadanos. Me explico, si yo accedo a un local de ocio X, tengo derecho a saber si el personal está vacunado para mi seguridad, de la misma forma que ellos por imperativo legal, deben demandarme mi visado de salud conoravírica. Sin embargo, aquí hay un vacío legal algo absurdo: los trabajadores tienen protegida su intimidad de datos de salud, inclusive frente a la empresa; mientras que los usuarios vamos a tener que ir con el DNI y el pasaporte covid19 en la boca. ¿Alguien le encuentra algún sentido a esto? Si un trabajador de centros de ocio está contagiado y, o no ha tenido síntomas o es asintomático —si aún se reconoce a este espécimen del que poco se habla ya—, por mucho que se filtre a los clientes que accedan, este trabajador que incluso manipulará lo que ingieran los vacunados consumidores, estará contagiando por doquier a todo el que por allí se acerque, o a la proporción que se suele contagiar.
Es evidentes que hay derechos que chocan unos con otros: o la vacunación es anónima, o no lo es para nadie, porque todos tenemos el derecho legítimo de conocer el estado de vacunación de los trabajadores, al igual que ellos conocen el nuestro. O violamos los derechos de todos o el de ninguno. Personalmente, y viendo que la tasa de vacunación en España es de las más altas del mundo, considero más adecuado proteger los derechos y estimular la vacunación, si así lo consideran los responsables sanitarios, por convencimiento y no por mandato. Eso sí, sin falseamiento ni manipulación de datos, ya que estos de las estadísticas sabemos que da mucho de sí.
En fin, que vivimos en el absurdo, la contradicción hasta que pasen las navidades. Tras estas tengo la convicción de que aquí se van a tomar medidas más drásticas, porque estaremos de covid19 hasta las cejas -vacunados o no-.
Y, por último, recordar a los países del G-20 que la erradicación de la pandemia pasa necesariamente por vacunar al menos al 80% -por decir un porcentaje, como otro que sea alto- de la población mundial, y que mientras no dejemos el egocentrismo y la falta de sensibilidad hacia los otros, padeceremos esta pesadilla, tal vez porque de una vez por todas, nos la merecemos.
[1] https://www.rtve.es/noticias/20211210/campana-vacunacion-espana/2062499.shtml
Totalmente de acuerdo. Hay demasiadas cosas sobre la mesa que será necesario ir comprobando. Siempre me he preguntado ¿por qué jugar con el ARN mensajero y no simplemente con una dosis del virus atenuada, dejando el trabajo a nuestro sistema inmunitario, como se ha hecho desde todo el siglo XX?
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