El ogro de Pulgarcito ilustrado por Gustave Doré. DP.
La incertidumbre es lo único estable en estos momentos. Curiosa similitud con la constatación heraclitiana de que lo único permanente era el cambio. Sin embargo, la diferencia entre la actualidad y lo que el filósofo griego creyó identificar es sustancial: ese devenir y fluctuar perpetuo que presidia todo, estaba regulado por un Logos cósmico que podía ser aprehendido, y, por ende, entender la dinámica del cambio, incluso interno del individuo como microcosmos. Lo que aparentemente parecía caótico no lo era, ya que la inmanencia de una racionalidad que mediante la oposición y la lucha de contrarios —amor-odio, justicia-injusticia, guerra-paz, …— acababa estableciendo un equilibrio, hacía comprensible por qué esa discordia cósmica era necesaria para que el ser pudiera ser: el ser es no-ser, o dicho en otros términos, lo que hay está interconectado con su contrario y solo esa tensión en la que uno se impone a otro o llegan a cierta armonía nos permite no solo percibir esa presencia de lo que es, si no la necesaria presencia de lo otro que no es, para que lo que es sea.
Este aparente galimatías para los neófitos en el pensamiento de Heráclito no es tal. Dicho de manare más simple: cuanto hay es y lo captamos por oposición, sabemos lo que es el frío por oposición al calor, lo duro en contraste con lo blando, y en nuestro mundo inmediato lo justo por oposición con lo injusto. Sin la noción de uno no podríamos alcanzar la del otro, y no por una limitación del humano, sino porque es la ley que determina cuanto es, lo que es deviene por haberse impuesto a su contrario, lo que en consecuencia no es en este instante.
Bien, tras establecer este símil, retornemos a la incertidumbre en la que estamos sumergidos: los cambios son, a nuestros ojos, súbitos; no previsibles para la mayoría por la complejidad de los factores que dinamizan la vida social, política y económica. Estas abruptas apariciones de fenómenos no previstos y dañinos nos producen miedo, y este es nuestro mayor enemigo y aliado de aquellos que desean que la incertidumbre siga siendo lo constatable. Los individuos temerosos se someten sin resistencia ante alguna autoridad que les convence de que vela por su seguridad y protección, se vuelven sumisos y, diría que, casi creyentes acríticos de que en tiempos tan imprevisibles lo mejor es fiarse de los que saben lo que ocurre y lo que debe ser hecho.
El problema radica en que los que se muestran sabedores, lo único que conocen es cómo utilizar la coyuntura para su propio beneficio o aquellos a los que sirven -ese el el logos de lo actual. Es decir, hay un vacío de autoridades institucionales que de forma transparente velen por el bien común, el interés general o como queramos llamarlo. No hay auténticos servidores públicos, sino equipos de manipuladores que urden estrategias para controlarnos en pro de una minoría. Un caso inmediato lo encontramos en cómo ha evolucionado la pandemia del covid19. El resultado que destaca y daña ética y estéticamente es el hecho de que unos pocos se hayan enriquecido mucho más, y una mayoría creciente se halle en el umbral de la pobreza o se haya hundido definitivamente en una precariedad y exclusión irreversibles. ¿Cómo se ha gestionado este acontecimiento para que en lugar de repartirnos los daños y empobrecernos todos, una minoría se haya enriquecido escandalosamente? ¿Está la élite económica afectada por los daños de la pandemia o por el contrario sigue celebrandola en secreto como Boris Jonhson?
Visto esto, lo que debe producirnos miedo no es la incertidumbre, sino el hecho de que no hay tal incertidumbre real, tan solo un requiebro magistral de los que dirigen de facto la globalización económica, los cuales astutamente manejan y provocan lo que resultará beneficioso para ellos; dejándonos atemorizados creyendo que hay una incertidumbre que asola el planeta. Y esa supuesta incertidumbre tiene rostro, nombres y apellidos, denominaciones precisas -son el Ogro- que hacen un cálculo aproximado y, aunque no todo salga como prevén lo que no ocurre es que ellos se ven perjudicados.
Al tipo de discurso que acabo de exponer —que no es ni estrictamente mío ni único, sino diverso en matices y sustentado por una diversidad de autoridades económicas, médicas, …— se lo denomina paranoico, aglutinando cualquier tipo de crítica bajo este carácter patológico que sirva para deslegitimarlo y desprestigiarlo. No soy negacionista de la existencia del covid19, sí dudo cada vez más de la honestidad de la vacunación masiva que se ha llevado a cabo, y de las explicaciones oficiales que se sustentan que siempre pongo bajo sospecha e intento escudriñar. Con la actitud y escepticismo mantenidos aquí hay muchos, que en la medida en la que ocupan cargos de responsabilidad son sustituidos, acallados y anularlos públicamente.
Sabemos que hay documentos del Foro Económico Mundial que haciendo un ejercicio de hipotética catástrofe -en su afán por velar por nuestro bien- escenificaron una pandemia por SARCS meses antes de que esta se produjera. Estos documentos se han filtrado, se han hecho públicos, aunque ni mucho menos difundido. Si podemos tener la sospecha de que esto ha sido algo premeditado, no sabemos si como experimento, intuyendo ya las ganancias de algunos, la pregunta es ¿Qué más acontecimientos provocan haciéndose los sorprendidos para hundirnos a la gran mayoría y erigirse como los amos absolutos del planeta? Esto es lo que ciertamente debe producirnos miedo, estar en manos de desaprensivos que se dejaron la conciencia moral en alguna de sus evacuaciones intestinales.
Il est patent que seule l’incertitude émerge de tout
Aujourd’hui il n’est plus possible de suivre une idée, elle se contredit à la première occasion sans que ça paraisse inconcevable. Ce qui l’est c’est la suite qui conduirait à se sentir certain.Au point qu j’estime que l’idée est périmée.
Bon Dimanche Ana.
Alain
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