Hemos ido caminando por una ladera agreste y escarpada, ya que toda comprensión es perspectiva o «ladera» propia, y, desafiando a Sísifo, nos hemos mantenido estables en un cierto nivel de la subida, con retrocesos y avances, pero equilibrados. Con una carga pesada que yo llevaba en la espalda y tú aguantabas. Lastre más liviano ahora, aunque también con la resistencia menguada, temo no poder liberarte nunca de mi lado.
Todos llevamos un fardo, a menudo secreto, que arrastramos a lo largo de la existencia. Unos lidian con él y con estrategias variadas creen poder sostenerlo, aunque los otros perciban reacciones o conductas que revelan ese peso insoportable. Otros sienten que se han ahondado en la tierra sin poder moverse y reclaman auxilio; y si logran ser escuchados y ayudados se desarraigan de ese inmovilismo que les impuso el embalaje. Y, aún hay otros, que no sienten el peso de nada; puede ser que su carga sea menor o que su inconsciencia sea suma.
En cualquier caso, la existencia no puede ser sostenida como Sísifo se propuso: empujando una roca de dimensiones enormes que, a punto de llegar a la cima, le vencía y le llevaba al abismo. La condición humana exige de los otros para ser; sin ellos, carecemos de identidad porque no hay espejo que nos retorne ningún rasgo propio, nos sentimos incompletos al no poder vincularnos y desarrollar nuestra capacidad simbólica y nuestros afectos y emociones. Un humano en soledad se atrofia.
Cierto es que la cima anhelada por Sísifo era mera fantasía que sustentaba su esperanza y su voluntad de continuar intentando vencer sus fantasmas. Y aunque no haya cima, todos necesitamos pincelar un horizonte azul en nuestras mentes, que nos haga creer que se puede llegar porque hay dónde.
Sin embargo, tal es la necesidad del otro, que inclusive entrelazados unos cuerpos con otros podemos llegar a decirnos que no hay nada, que no hay lugar al que llegar, que el sinsentido es la consecuencia de la capacidad cerebral que hemos alcanzado, y por consiguiente la cuestión de ¿por qué debe haber algo, en vez de nada, si tan solo conocemos la muerte del cuerpo que es lo que somos?
Los mitos son bellos porque nos facilitan comprender lo incomprensible, es decir, aquello sobre lo que no cabe hablar de verdad, y nos infunden una vivencia, ni que sea fugaz, de otras maneras de existir menos carentes de lo fundamental: El porqué.
Desde hace unos años esa es mi vida profesional. No es una sorpresa, en la preparación del proyecto que nos ocupa ya nos hablaron de Sísifo y de la Montaña 🎢. Un abrazo!
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gracias!!!! Otro para ti…
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