Ayer nació Ian, mi sexto sobrin@/niet@. Es en momentos como éste que la constatación de que nacemos por imperativo biológico, pero que como humanos nos podemos sentir arrojados al mundo, se hace terriblemente intensa. Inconscientemente, afloran una serie de emociones que nos remiten a nuestro momento de arrojamiento, captamos la locura que inicialmente abruma a quien aún no ha dispuesto ni de cordura, palpamos su indefensión, su padecimiento a través de un llanto que tiene como función lograr una inicial adaptación a un exterior ajeno, adverso y desaprensivo. Respirar es el primer esfuerzo que se nos exige en esta peculiar existencia, la de los humanos, que por simple que parezca al ser una función vegetativa, supone un cambio de funcionamiento corporal duro para quien acaba de llegar al mundo. Así, los humanos pasamos de luchar por realizar las funciones biológicas más primarias a un proceso complejo de culturización que nos convertirá en seres muy diferentes de ese ínfimo ser que parecíamos al nacer. Y, a partir de aquí, todo serán retos, desafíos que se nos exigen en nuestro proceso de hacernos humanos, culminando, como tales, con las cuestiones más abrumadoras: ¿por qué existimos? ¿Tiene la existencia algún sentido? ¿Hay algún ser diferente y superior a nosotros? ….
De esta manera, lo que para los otros constituye un momento mágico de celebración, tal vez desasistidos por la conciencia, para el neonato todo va deviniendo problemático y perturbador. Así, el maestro Cioran apuntaba:
“Si tuviéramos el sentido justo de nuestra posición en el mundo, si comparar fuera inseparable de vivir, la revelación de nuestra ínfima presencia nos aplastaría. Pero vivir es cegarse sobre sus propias dimensiones…”[1]
Es decir, quien viene al mundo debe aprender a creerse importante -una lucha más- ya que si fuésemos conscientes de la nimiedad de nuestra vida quedaríamos totalmente devastados. Por ello, para vivir tenemos que engañarnos sobre la importancia de nuestra existencia en el mundo, de lo contrario se nos volvería insostenible.
Y, de alguna manera, ese proceso de culturización al que sometemos al neonato tiene el propósito de hacerle sentir un ser especial e importante; que viva con una autopercepción engañosa para que pueda soportarse a sí mismo, y, por ende, a los otros.
Lo apropiado hubiese sido recurrir al texto de Cioran “El inconveniente de haber nacido” que, recomiendo a los valientes, los que no tienen miedo de mirar el abismo; sin embargo, esta ínfima partícula que soy yo, tras una hora buscando el libro ha desistido. Mi biblioteca es dinámica, caótica: no sé dónde está la obra; como no podía ser de otra manera en una existente como yo que habita el caos, el sinsentido y solo mirando los ojos de algunas personas me siento comprometida a lidiar junto a ellos con esta existencia, a la que todos hemos sido arrojados, unos con más fortuna que otros.
[1] Cioran. “Breviario de podredumbre” Taurus , 2014. Pp. 29

Muchas felicidades por Ian, un abrazo Ana.
Buen fin de semana.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Felicidades por el nuevo miembro y el post. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona