Un barrizal de concurrencias nos compele a desmoronarnos por exceso de presión o espesor. Así, hundidos en la ciénaga del suceder, alzamos una mano reclamando auxilio, y si nuestros gestos son vanos, solo podemos bracear aceleradamente y con fortaleza para licuar la densidad de tanto infortunio. Ya que, una cuestión es que te mueran y