Cada vez que, aunque intente resistirme, me perfora los oídos la expresión eufemística -que de ellas se nutre el tiempo de la posverdad- “la nueva normalidad” se me eriza el vello adoptando una verticalidad puntiaguda tal, que quien ose entrar en contacto corporal conmigo, sufrirá rasponazos irritables. Y esto porque, si hay actitudes que me