La violencia es un problema político-social y por ello filosófico, y la filosofía puede repensar y actualizar las raíces de la agresividad en los humanos y cómo la sociedad puede vehiculizarla para que, en lugar de violencia, se transforme en un impulso creativo que facilite la convivencia de unos con los otros. Lo problemático diríamos
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Poseídos por un denuedo desbocado, carecemos de la templanza requerida para bosquejar trayecto alguno. Y por ello somos arrastrados a padecer penurias del alma, que empobrecen y denigran, porque no decidimos, sino que actuamos como forma de desfogue de las impulsiones que podrían vigorizarnos, pero que por la ausencia de raciocinio nos abocan a situaciones
El hombre que no se halla a sí mismo, gesta sucedáneos que le eximen de la búsqueda.
