Mientras cedemos, sin conciencia alguna, a las ráfagas virulentas que ornamentan engañosamente este incierto transitar, nos deterioramos y denigramos como entes que solo son, siendo; y precisamente es este gerundio el que nos da entidad y nos la rebana. Ya que el acto de ser nos sitúa inermes en el campo de batalla; y su
Etiqueta: padecer
Hay personas que por su percepción distante y desajustada de lo que, de facto, se da, de lo que sucede, devienen mentes con una autopercepción casi ficticia de sí mismas. Desde la mirada ajena puede captarse a alguien que representa un personaje, un individuo que se transfigura a sí mismo enfatizando aquellos aspectos más irreales.
Padecemos la ausencia ineluctable, porque es lo único que –paradójicamente- hace presente lo perdido; recuperando con ese agudo dolor la imagen, el recuerdo vívido de quien se alejó, casi sin mirar atrás. Y anhelamos, ansiamos cualquier gesto que sea un indicio de que seguimos existiendo, para quien se tornó lo ausente.
Los guiños de la vida son escasos, y, aun así, una buena parte de ellos los desdeñamos por percibirlos como farsas interesadas, o como mucho compasivas. Viviendo de este modo nos guarecemos de lo benéfico, tanto como de lo pernicioso, negándonos un mínimo de disfrute que nos conceda un arrebujo momentáneo para recomponernos y seguir;
