La ausencia es un silencio sostenido; con presencia o no corpórea se inocula en las profundidades del otro como un desprecio. Solo puede quebrarse a voluntad de quien se ha difuminado, con un gesto, una palabra oportuna. Un requiebro que espolee la melancolía ajena menoscabándola, y despertarla súbitamente de esa turbia pesadilla que el ausente
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Fotografía realizada por Montserrat Bassas. Sin filtros. Girasoles, como la vida.
Estar ausente es un no-estar; es un oxímoron aranero ya que la ausencia solo es el rastro de quien estuvo, pero ya no está. Quizás el uso de esa expresión es una forma de resistencia que sostenemos para no aceptar esa nada que nadea todo cuanto hubo en un tiempo anterior. Somos seres en relación
Me sorprende y a la vez me intriga que haya intelectuales que desarrollen discursos inacabables sobre “Dios”. En particular filósofos que considero de enjundia y cuyas reflexiones en otros aferes son admirables, al margen de que se pueda o no disentir en algunos aspectos. El caso es que siempre me he preguntado ¿de qué hablan?
Rastreo, desalado y ávido, entre los recuerdos olvidados algún gesto afectuoso o similar, que pueda revelarme el lugar que ocupaba en tu interior. Tan solo poseo la apariencia de una esfinge que me remite a ti, fría y rígida, casi marmórea diría. Erigida en la autoridad divina que exigía alabanza y loa, rostros fascinados ante
Ayer, experimenté un efecto diabólico que, quizás porque rebusco donde nada hay, me dejó algo perpleja. Publiqué en este blog una entrada sobre las “Pérdidas” que tan solo tuvo unas horas de vida, porque la estupidez informática provocó su pérdida, con lo cual supongo que algunos os topasteis con el mensajillo de “no se ha
Acaso desconoces la espera de esas niñas creciditas, que ya se tiñen las canas, y por ello las alumbra la madurez de la humildad, la comprensión y la aceptación de cómo sea, quien sea. Distintas, entremezcladas y unidas por un pasado común que protegen entrañablemente, aúnan sus habilidades de búsqueda para agostar la dilación de
El alma por su precariedad adolece de estrategias raudas de reparación. Serpentea, huidiza y esquiva, inhibiendo la identificación del mal que nos aqueja. Un mal controvertido si sopesamos la tesitura que nos zarandea al cuestionarnos su naturaleza. No es, necesaria ni exclusivamente, un acontecer externo. Tampoco una podredumbre urdida a voluntad. Entonces ¿qué es y
(…)Si es verdad que el mundo pide ser transformado es porque hay un sentido en la realidad que pide acontecer; pero si es verdad que ese sentido pide acontecer, es que su advenimiento se ve impedido de alguna forma. (…) He aquí, pues, por qué filosofar: porque existe el deseo, porque hay ausencia en la
Padecemos la ausencia ineluctable, porque es lo único que –paradójicamente- hace presente lo perdido; recuperando con ese agudo dolor la imagen, el recuerdo vívido de quien se alejó, casi sin mirar atrás. Y anhelamos, ansiamos cualquier gesto que sea un indicio de que seguimos existiendo, para quien se tornó lo ausente.