A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
Etiqueta: mente
La inmortalidad es el simbolismo que deja tras de sí el rastro benéfico de las acciones, no solo de las palabras, de quien dio su vida por otros. Y dar la vida no significa literalmente morir, sino entregarse, sacrificarse ante el dolor y el padecimiento del Otro que necesita apoyo y luz en un tránsito
La psique reverberaba, como un estruendoso zarpazo, en una dicotomía insoslayable que se perpetuaba en una disociación irreconciliable entre un par de yoes. La identidad de la mente se disolvía y restaba fulminada al sustanciarse en dos, sacudida por una contraposición entre el yo y el otro yo –tal vez deberíamos nominarlos yo y, por
A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
Hay personas que por su percepción distante y desajustada de lo que, de facto, se da, de lo que sucede, devienen mentes con una autopercepción casi ficticia de sí mismas. Desde la mirada ajena puede captarse a alguien que representa un personaje, un individuo que se transfigura a sí mismo enfatizando aquellos aspectos más irreales.
En pleno SXXI, con la capacidad de la razón como condición certera de progreso superada, la desmitificación de la ciencia como el saber perfecto y la intuición subsiguiente de que somos seres ínfimos, profundamente desconocidos para nosotros mismos, ha llegado quizás el momento de zafarnos del equívoco de que toda disciplina que no constituya una
La naturalización de los trastornos, disfunciones o cómo cada uno desee recrearlas, responde, entiendo, a una doble voluntad: la de la misma medicina que tiende a homogeneizarlas con las enfermedades físicas para disponer de criterios diagnósticos que permitan gnoseológicamente diferenciarlas para su posterior tratamiento farmacológico –con las sospechas que pesa sobre los beneficios de los
Añoramos aquello que recordamos como idílico, aunque nunca nada se diese así. Y es, tal vez, una trampa mental urgida con destreza inconsciente, para sostener una esperanza que, siendo falsa, funcione como aliciente vital. Así se despliega el entramado de una mente que siente la exigencia de permanecer, en un mundo caduco.