Estoicos, falsos sabios

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La contradicción fundamental de la que adolece la ética estoica se hace evidente por añadidura en el hecho de que su ideal, el sabio estoico, no presenta en su descripción vida alguna ni verdad poética: es un muñeco rígido e inerte con el que no se puede hacer nada, ni él mismo sabe qué hacer con su sabiduría, y cuya calma, satisfacción y felicidad contradicen la naturaleza humana hasta el punto de que es imposible hacerse una representación intuitiva de él”

Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, libro I

Seguir las recomendaciones estoicas no sirve para alcanzar esa supuesta calma y felicidad que pregonan, nos dice el autor, porque allí donde no hay vida, no puede haber verdad poética, ni en consecuencia un sujeto cuya voluntad se debata entre el querer libre como pasión y emoción, y esa compresión de quien se sabe a su vez sujeto de conocimiento. Para el autor el sentimiento de ese contraste, de esa alternancia es lo que el poeta expresa en sus poemas. Así, la contradicción del estoicismo radica en que no se ajusta a la voluntad como querer, pura pasión, y alternativamente a la voluntad como sujeto, abstraído de las contrariedades emocionales, de conocimiento puro, que es  aquello que constituye la naturaleza humana: el deseo que arrastra a la voluntad, y ella misma resistiendo en su pureza como condición sine qua non del conocer la naturaleza.

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