Nuestro poder de fantasear crea, casi, realidades paralelas que solo como tales tienen entidad. Y reaccionamos emocionalmente a lo que, propiamente, solo es una idea sita en nuestra mente, desatándose una agitación interna que experimentamos como contra un objeto real. Ahí, en el margen de tiempo que nos demoremos en identificar la naturaleza de cada contendiente, está en juego nuestra conciencia de lo otro como existente independiente, del recreo mental, y en consecuencia la manifestación de un episodio psicótico o una neurosis común.