Contemplando, desde una atalaya que nos abstraiga, la travesía vital obtenemos la verificación de que está azotada de oleajes inevitables y de que nada podemos hacer contra lo que acontece; pero, tal vez, sí percibimos giros de timón errados, abandonos del control en momentos de desidia, que en absoluto han contribuido a reorientar esa travesía accidentada.
Ciertamente nada que oponer al acontecer, pero sí a la actitud con la que afrontamos lo que sucede. Ahí reside nuestro poder y nuestra liberación.