No es un ejercicio liviano el reconocimiento de las propias insuficiencias, carencias y limitaciones. Es como identificar lo sucio que velamos a los otros en nuestro aparecer casi impoluto, y vernos disociados entre lo que mostramos y esa mezcla que nos enmugrece y nos enturbia. Quien se siente capaz de desenmascararse ha conseguido, en primer lugar, su propio beneplácito; y este le faculta para aparentar, casi, quien es y liberarse de los juicios hipócritas ajenos: esas sentencias moralizadoras de quien se cree límpido y en absoluto hediondo.
Mostrarse
Publicado por Ana de Lacalle
Escritora alacallefilosofiadelreconocimiento.com Ver todas las entradas de Ana de Lacalle