Una mirada de reojo, apretando los labios para contener la risa es un guiño infantil a la vida; regodeándose reiteradamente en ese ademán provocativo que reclama una reacción del otro explosiva y festiva. Es el juego que introduce en la ironía, lo paradójico y toda una retahíla de estrategias que el infante deberá aprender para sobrevivir en el mundo. Pero, aun hoy, no es más que el desparpajo de ingenuidad que regatea, se amaga y se revela entre carcajadas, remilgos y manifestaciones seductoras que buscan el aprecio y el reconocimiento ajeno. Una gratitud amorosa de quien observa las argucias de un ser diminuto buscando mimos y afecto.
Es la transparencia que pretende ser picaresca de quien no posee ni un ápice de inquina, sino deseos de revolcarse entre risotadas desinhibidas y plenas de sinceridad.
Es Amaia.