Ayer acudí a la presentación del libro de Josep LLuís Mestres, “Las vértebras de la sepia” editado por CÉLEBRE EDITORIAL, en la que tuvo lugar una caracterización de la obra, de la que desearía destacar que constituye un poema único, según el autor, en el que se pone de relieve el “naufragio” del sujeto que declama cada verso. Sin voluntad alguna de desvelar lo que solo la lectura misma puede hacer, procedo a recomendar el recorrido por cada línea rigurosamente gestada y a que cada uno se apropie de lo vertido en esta obra.
Bien, al hilo de cómo puede escribirse o no poesía, y yo sostengo que cualquier tipo de texto literario, surgió la controversia sobre si existe o no la tan apreciada y casi mística inspiración. Según Mestres, que aludió a la frase de Picasso “Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando”, no hay para él tal experiencia extática, sino un arduo esfuerzo por dar forma a aquello que quiere decirse.
En relación a esta cuestión planteada, querría escudriñar qué sucede en el interior de quien se entrega a la literatura, no diría que por voluntad sino por una exigencia de su propio existir.
El afán, el esfuerzo y el trabajo sistemático inoculan una peculiaridad que se desliza constante e inconscientemente por la mente del escritor. Esta conlleva, en ocasiones, la aparición súbita de una idea sobre los textos en los que se está trabajando, precisamente cuando aparentemente se disfruta de un tiempo de descanso y desconexión. Fijémonos que la condición previa es que haya un estado de dedicación sistemática y solitaria –en el sentido más agrio a veces- que produzca una inquietud latente que no cesa, ni ceja y que en el instante más inusitado dé a luz esa intuición literaria que acostumbramos a denominar inspiración.
Así pues, sin vigor y ahínco no puede brotar la inspiración, que a su vez no todo escritor experimenta, pero que a buen seguro sin esa constancia previa, diría que voraz, no surgen inspiraciones divinas.
En cualquier caso, sigue siendo un interrogante al que cada escritor debe responderse, si existen musas que le insuflan el arte del lenguaje.
Me ha gustado lo poco que he leído de él
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Hace muchas vidas en los muros de la Facultad vi un cartel: el filósofo es un poeta fracasado…hoy soy ambos…y la musa me acompaña a todos lados… besos al vacío
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