Llueve, llueve… no cesa de llover; se precipitan lágrimas desmesuradas que parecen proceder de un cielo invisible, encapotado de nubes, neblinas opacas que ciegan ese azul celeste que añoramos. Oí decir, tal vez de niña, que los ángeles, esos seres deseados para guardarnos del mal, llantean a menudo al observar cuanto acontece en la tierra: sufrimiento, injusticias, maltratos, hambre, pobreza,…
Esa explicación del porqué de la lluvia me parecía tan verídica que posteriormente me costó aceptar que tan solo constituyera un fenómeno meteorológico. Si era así ¿no existían los ángeles? Me parecía inconcebible que siendo reales no sollozaran desconsoladamente de forma indefinida. O ¿es que los ángeles no eran tan puros? La respuesta era, nuevamente, como desvirgar durante la infancia la ingenuidad que daba tonalidad a las cosas: sin pureza y bondad carecía de sentido pensar en lo angelical, ni desarrollar angelología alguna.
Abandonar la niñez constituyó entender que las explicaciones mágicas o míticas no son más que alegorías didácticas para iniciarnos en la comprensión de lo que nunca podrá ser aprehendido. Fue asumir que lo relevante de la vida humana se nos oculta, como aquellos nubarrones oscuros amagaban el azul cielo, y que existir consistía en sostener el silencio como única posibilidad ante las grandes cuestiones y, por tanto, las más acuciantes para los humanos.
Soy un convencido de que los ángeles existen en otras dimensiones. Pero esos querubines pueden ser buenos, malos o una combinación de esos dos opuestos sentimientos. Pero se han agotado tanto en su llanto; pretendiendo que nos demos cuenta que vamos hacia nuestra propia autodestrucción, que han huido sintiéndose inmensamente agobiados y ahora, solo se encuentran como testigos impasibles de como la sociedad, acrecienta sus propias enfermedades. Excelente narrativa. Un cálido saludo.
Soy un convencido de que los ángeles existen en otras dimensiones. Pero esos querubines pueden ser buenos, malos o una combinación de esos dos opuestos sentimientos. Pero se han agotado tanto en su llanto; pretendiendo que nos demos cuenta que vamos hacia nuestra propia autodestrucción, que han huido sintiéndose inmensamente agobiados y ahora, solo se encuentran como testigos impasibles de como la sociedad, acrecienta sus propias enfermedades. Excelente narrativa. Un cálido saludo.
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Gracias… Por leer y comentar
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