Vida, muerte y perdón

3 comentarios

El fino filo sedoso que une vida y muerte debería conducirnos a la certeza de que aquello que postergue hoy, quizás no pueda ser zanjado mañana. Porque la ligereza que tenuemente vincula nuestra condición de ser puede diluirse abruptamente, sin previo aviso; como se despluman las aves mudando su plumaje, sin que en nuestro caso haya atisbo de resurgimiento de lo desollado.

Pendiendo de esta sutileza, la procrastinación hiere, agudiza cualquier daño proferido  y mutila la posibilidad de resarcir y reparar a quienes hemos horadado en el ánima, con la contundencia irracional de nuestros zapatazos.

De ahí ese dicho de la sabiduría popular que reza “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, acaso porque puede no haber un después, un día más propicio, otro tiempo de pedir perdón.

El perdón no solo descansa a quien lo demanda, sino que produce a quien recibe tal imploración el reconocimiento de haber sido víctima y no culpable, maltratado y no maltratador. Este gesto de reconciliación sana a ambas partes. Permite la honda respiración que nos conecta con un interior vedado por el pavor de descubrirnos monstruosos.

La dádiva más divina que un humano puede ofrecer a otro, antes de su desaparición, es la solícita petición de serle concedido un perdón que libera a quien lo recibe de una carga que de otra forma siempre lo estomagará.

Siendo frágil el vivir y mísera nuestra condición, no pospongamos por orgullo, vergüenza o pudor el honorable gesto de solicitar indulgencia a quienes la merecen y la necesitan, porque constituye el último acto de generosidad que hablará de quiénes fuimos y qué ha meritado nuestra existencia.

Plural: 3 comentarios en “Vida, muerte y perdón”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s