La ignorancia no consiste en la carencia de conocimientos acumulados, sino en la indiferencia, la falta de una actitud que se cuestione, pregunte e indague sobre lo que se da por supuesto, lo aparentemente obvio.
Sometidos como estamos a la denominada postverdad -esa diversidad de microrrelatos elaborados con el propósito de validar lo conveniente para un determinado sector social- la ignorancia nos deja inermes ante falsedades manifiestas que lo son, no porque haya un canon universal de verdad sino, porque distorsionan a voluntad los datos a partir de los que se construye el conocimiento –que no presupone aquí en ningún momento la correspondencia entre los enunciados y lo que “hay”-
En este contexto, la adopción de una epojé metodológica es una condición necesaria, como punto de partida, si no deseamos ser arrasados por discursos tendenciosamente falaces que nos conminen a realizar acciones banales; que no son más que no-acciones para dejar vía libre a la próspera propagación de relatos ad hoc con fines dudosos.
Ahora bien, no es fácil desembarazarse de las mediáticas manipulaciones interesadas, ya que no disponemos de fuentes indiscutiblemente fiables para contrastar.
De esta forma, la lucha contra la ignorancia puede llevarnos a un escepticismo legítimo que consista en desenmascarar todas las supuestas “verdades”, que paradójicamente se nos presentan como actos de desvelamiento de lo falso con una contundencia dogmática que las hace inmediatamente sospechosas.
Habitamos una época tremendamente nihilista porque donde no hay posibilidad de creer, el hilo que nos une como communitas ha quedado desbalagado y el no vínculo equivale a la no autenticidad, por ende, a la nada como lo más fiable.
Comunidad, gran práctica olvidada.
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👏👏👏👏👏👏👏 Siempre nos haces pensar con tus entradas e intentar ir más allá. La verdad que palabra tan usada y tan poco definida…
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Gracias,….
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