
La ópera prima de Cristina Gracia y su incursión en la literatura como escritora, no podía ser más esperanzadora. Con un lenguaje sencillo, nítido y directo nos plantea una cuestión universal: los secretos y rencillas familiares fosilizadas. Como afirmaba Tolstoi en los inicios de su magistral Ana Karenina, “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, o lo que equivaldría a intuir que no hay de hecho familias felices, sino una diversidad de familias que son peculiarmente infelices. Reflejando ese vaivén que implica vivir.
Así, la novela “Así lo viví…Así os lo cuento” recrea el reencuentro de cuatro hermanas que, partiendo de hechos comunes, los recuerdan de forma disimilar según cómo los vivenciaron y percibieron desde su subjetividad. La enfermedad de la madre, las relaciones entre las hermanas, determinadas por el rol que cada una de ellas representaba en el contexto familiar, y un tumulto de emociones de naturaleza diversa entre el amor, los celos, las carencias y el odio, configuran el entramado de una obra que abre diversos aspectos a reflexionar: ¿Debe haber secretos en las familias? ¿La transparencia y la sinceridad son irrenunciables? ¿En caso de no haberse dado esta fluidez en la comunicación, hay que enterrar el pasado para evitar fricciones que en el presente no tienen ya ninguna utilidad?
Cristina Gracia Tenas no responde explícitamente a través de la narración a estas cuestiones, pero parece que implícitamente se decante por no enturbiar un presente grato regresando fantasmas del pasado que ya no pueden ser espantados una vez reaparecen.
No obstante, el gesto de la autora al desarrollar esta acuciante cuestión frontalmente genera la duda sobre su percepción. Tal vez, porque considera el pasado como irreparable, teje cuatro personajes que encarnan esta maldición, o, al contrario, el argumento está voluntariamente urdido para evidenciar el daño de esos secretismos familiares que acaban tarde o temprano aflorando y que tan solo erosionan los vínculos que ya se habían establecido.
De lectura ágil, claridad narrativa y capacidad de atrapar al lector desde la primera página, Gracia Tenas muestra una sensibilidad notable para recrear una diversidad emocional con la que, más tarde o más temprano, nos acabamos identificando. Hasta tal punto que puede inducir al lector a revisar en qué modo era infeliz su familia -remitiéndonos a Tolstoi-, es decir, cuáles fueron esas confidencias que latieron en su entorno familiar y en qué medida los malearon.
Exhorto, pues, a la lectura de esta novela que no puede dejarnos indiferentes, a no ser que hayamos optado por el silencio de los entresijos que marcaron nuestras vidas.
Aprovecho para felicitar a la autora y animarla a ese trabajo literario de elaborar perfiles psicológicos que siempre acaban situando al lector ante su propio espejo.