
Pep, solo hay silencio. Y el pudor de no quebrarlo con un gesto irreverente me atenaza. Fue la palabra, esa urdida con prudencia y recato, la que nos unió largo tiempo entre la cafeína y la ironía, la nicotina y la procacidad con las que afrontábamos la vida. Tú, desde esa aparente calma y solemnidad que te caracterizaba; yo, con el descaro al que invita la complicidad que surge con alguien al que sientes bueno. Sé de tu gesto y reacción si pudieses oír este balbuceo que rompe la oscuridad interior que me asola. Y me reconforta recuperar lo más genuino de ti, aunque sea por unos instantes.
Ahora, vivíamos en la distancia y poco sabíamos el uno del otro. Pero sí tenía la certeza de que te sentías amado. Esa convicción y el recuerdo de las horas, los días y los años compartidos reposaban como una sombra luminosa que trazaba en mí una sonrisa cuando el azar y las circunstancias me regresaban a ti.
Ayer lo supe. Ya no estás ¿Y ahora qué? Esa nebulosa que produce la incertidumbre de no saber, pero sí de sospechar que la nada. La muerte es la contundencia absoluta que nos arrebata la palabra, ese privilegio que nos aproximó y que ahora no puedo evitar proferir; mas, con cierto pesar de profanar tu memoria, esa que nadie puede apropiarse porque todos somos en relación con los otros, y desde este silencio de la noche te retorno con relación a mí, como esa persona afable y con la capacidad de contener lo que rebeldemente aseveraba. Respondiendo siempre con una medio sonrisa irónica o un esplendor apaciguador. Siempre ahí.
Sé que estas letras resultan disonantes para quienes siempre se comunicaron en catalán y, esa tu lengua, hubiese sido el medio apropiado de esparcirlas en el aire, pero no me siento a la altura.
Ya no estás, y necesito reiterarlo infinitamente para creérmelo. ¡Qué espacio único y vacío dejan algunos cuando marchan sin remisión! Y esa ausencia ineludible es el legado que tú, tímida y discretamente, has dejado en mí.
Per a tu, Pep…és el meu acomiadament necessari.
Brillante y melancólica entrada! Hay quienes; no se marchan nunca de nuestro lado. Porque aunque sabemos que el dolor es amigo del recuerdo, es inevitable no hacerlo, Un cálido saludo.
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Gracias
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Lo mereces; largamente. Saludos.
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