Lo emocional como tendencia y la seducción como táctica -revisión de un articulo de agosto de 2016-

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Después de años de devaneos, forzando las sinapsis neuronales en direcciones inusitadas, puede resultar decepcionante llegar a la conclusión de que las concepciones que acuñamos del hombre, el mundo y la existencia, resultan en última instancia de una intuición emotiva que nos impele al reconocimiento de una cosmovisión y no otra. La dialéctica que ampara esta consideración se resuelve a menudo no como una síntesis hegeliana, sino como un proceder en el que cada elemento del binomio se nutre en fluidez con el otro, pero siempre en oposición al otro. Solo queda respetar cada visión y retomar, desde el nuevo reconocimiento de lo que el momento muestre, una nueva dialéctica nunca de consenso.

De alguna manera, esta imposibilidad de consenso entre los humanos sobre lo que son y lo que es, debemos percibirla como muestra de la diversidad que no podemos negar. Sin ella la ortodoxia se deslizaría por la mente y la vida como por una superficie barnizada, sin protuberancias ni percance alguno. Así esta situación de disenso y dispersión, antes que decepción, debe producirnos, la satisfacción de que el pensamiento ha podido ser desplegado sin fisuras. Y continuar buscando desde las distintas fragmentaciones que puedan ser complementarias, esa unidad en la diversidad que tolera lo otro como válido. El reconocimiento de la diversidad, implícita en el reconocimiento de la alteridad, posiciona al filósofo en medio de la dialéctica existencial, equilibrando los entes desde su valor ontológico, que no jerarquiza ni al yo ni al otro, por lo que la existencia se predica de ambos con el mismo valor.

Será pues, esa intuición emotiva que ante la falta de argumentos discriminatorios nos arrastra tras una posición u otra ante el problema del ente y la existencia y de su necesario reconocimiento.

Y en este sentido, sobre cómo lo emocional constituye un baluarte más decisivo de lo que nos agrada admitir, la lógica de la seducción analizada por Lipovetsky en su última obra «Gustar y emocionar» nos desafía a calibrar hasta qué punto la seducción se ha convertido en el motor del mundo, desde los diversos ámbitos del estar y el actuar de los humanos.

Recuperando una reflexión que realicé en este blog, hace más de cuatro años, el filósofo y sociólogo francés identifica la seducción como la lógica transversal del mundo contemporáneo occidental , que solo deviene eficiente si la base decisiva del individuo es, hoy, lo emocional.

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