Se extendió una orden de búsqueda y captura de Hume por traición a la civilización de los Sofos, la cual se consideraba un progreso cualitativo respecto de los antiguos humanos, precisamente por su atinada anulación de las pasiones, que calificaban de causa determinante de la autodestrucción de la humanidad. Lo curioso es, que por muy sabios que se denominaran, no se apercibieron de que tanto su relator oficial, el sofo Kant, como su detractor revolucionario, Hume, no eran más que ecos ancestrales que se habían infiltrado como zombies encubiertos en las mismas entrañas de la nueva sociedad, que se sentía tan alejada de los débiles y miserables antepasados.
Conscientes de su naturaleza fantasmagórica, uno y otro, se propusieron impregnar de viejos vestigios esa impostada nueva civilización, que por poca presión que se ejerciera sobre ella adoptaba las mismas maneras y respuestas que la denostada humanidad.
Esto, en su intimidad les divertía sobremanera. Observaban a hombres que creían no serlo, porque el supuesto apocalipsis que tuvo lugar años ha, creían que había desguazado lo más siniestro y tenebroso que llevó –según creían los sofos- a la autodestrucción de los humanos, generando unos seres exentos de esas atrofias y superiores en su capacidad de vivir y convivir.
En consecuencia, los CARPE DIEM tendieron a la clandestinidad y el ocultamiento apoyados por individuos disidentes –y silentes- del sistema. Hume cambiaba a menudo de refugio para no ser descubierto, cobijándose en una diversidad de antros anónimos de difícil identificación. En uno de ellos fue donde conoció al sofo Epicuro.
La pequeña comunidad que constituía el jardín de Epicuro compartía con su acogido la imperiosa necesidad de mantenerse ocultos y pasar discretamente desapercibidos, porque en contra de lo que la civilización oficial afirmaba, la mayor preocupación de los epicúreos era la felicidad. Obviamente, este fin era inaceptable para el sistema que habiéndose concebido como la civilización perfecta no admitía esa inquietud. De alguna forma, creían que solo se puede aspirar a aquello de lo que se carece, y en cuanto ausente deviene presencia desasosegante. Pero ¿de qué carecía esa civilización de Sofos cuya razón y voluntad eran una y la misma cosa? Ellos se respondían que no anhelaban nada, porque nada les faltaba. De ahí que la comunidad epicúrea, aunque desconocida prácticamente porque se erigió como el reducto de unos pocos sofos que se sabían como mucho filo-sofos –aspirantes a la sabiduría-, fuera tan sediciosa como el propio Hume.
Una tarde en la que el sofo de las emociones deambulaba inquieto y atrapado en un espacio físico, el cual sentía que mutilaba su propio ser, se cruzó con Epicuro que parecía pasear en paz.
-Hola
-Buenas tardes ¿Te sientes cómodo aquí? Se interesó Epicuro.
-Quizás cómodo no es la expresión más atinada, ya que vivir como un fugitivo por razones ideológicas no posibilita la comodidad. Pero si te refieres a bien atendido, sí y agradecido por la acogida.
-Lo celebro. Por cierto ahora, que he tenido la ocasión de coincidir contigo, me gustaría que me aclararas por qué y en qué sois opositores del sistema y por qué se os conoce como el grupo CARPE DIEM.
-Bien, seré escueto. La denominación denota una mala comprensión de nuestra perspectiva. Y esta no se propone más que cuestionar que la homogeneidad racional que se sostiene es cuestionable, porque no es posible establecer formas de acción únicas sin tener en cuenta el contexto en el cual se llevan a cabo y, por ende, las consecuencias de dichas acciones, que deben quedar aprobadas según su grado de utilidad, la cual nos genera agrado o repulsión. Tal vez por eso, se ha divulgado tendenciosamente que idolatramos el placer, el disfrute del presente y de ahí esa falacia latina como denominación popular.
-Claro, entiendo que puede provocar el temor de que todo juicio moral acabe derivando en algo absolutamente subjetivo, aunque no sea eso lo que sustentéis. Nosotros, no obstante, considero que más que reformistas como vosotros, somos revolucionarios porque ponemos en jaque el núcleo que se ha expulsado como nimio de lo que significa ser un sofos. Este eje es la felicidad, y si la civilización anterior se extinguió fue porque priorizó los bienes materiales como fuente de felicidad, desbordando mediante el consumo un sistema incapaz de satisfacer a la mayoría de la sociedad. Además de provocar una confusión sobre cómo puede alcanzarse esta. Discrepamos en que la aparente perfección de un sistema pueda cercenar una inquietud como la de ser feliz, que hemos heredado del fracaso de nuestros antepasados. Así entendemos que la felicidad consiste en el placer, pero este se produce cuando nutrimos nuestro espíritu, nuestro interior de bienes auténticos porque nos proporcionan una armonía y paz duradera.
-De ahí el hedonismo frívolo y desajustado de la era postmoderna que azotó a los antiguos humanos, supongo.
-Sí. No obstante, no vamos a engañarnos entre nosotros.
– ¿Qué quieres decir?
-Sabemos, aunque la sociedad lo ignore, que somos seres a caballo entre una civilización y otra, y que estamos aquí con una misión clara: la de evitar que se cometan los mismos errores. Esta sociedad de Sofos constituye una segunda oportunidad para los humanos, y quien cree que podemos prescindir de pasiones, emociones y placeres es porque realizó un análisis erróneo de lo que condujo, en su momento, a la catástrofe.
-De acuerdo, admitido esto ¿tienes alguna propuesta en concreto?
-No tengo un plan elaborado, pero sí sé que no somos los únicos disidentes.
– ¿No? Te veo aventajado en información ¿Quién más hay?
-Están los denominados Zaratrustrianos, puedes imaginarte que, liderados por Nietzsche, y los Derrotados, dirigidos por Cioran. Como ves no sois los únicos malinterpretados.
-Me parece que una posible vía es que organicemos una reunión los cuatro, para dirimir qué estrategia sería la más eficaz para contrarrestar el relato dominante, con el objetivo de abrir mentes, no de que alguno de nosotros intente imponer el suyo.
-Algo así me rondaba por la cabeza. Si quieres yo me encargo. Tengo contactos.
-Ja, ja, ja…hay cosas que nunca cambian. Adelante.