Últimamente, es recurrente, la demanda de que si la Filosofía quiere tener relevancia en la sociedad, debe estar arraigada a la vida. Este planteamiento parece haberse manifestado con más intensidad durante la pandemia que vivimos, ya que ha sido una constante el recurrir a los filósofos para que hicieran diagnósticos y, sobre todo, prospecciones sobre la denominada sociedad post-pandemia, que nadie sabe cuándo hará su aparición.
Es cierto que la filosofía utiliza a veces un lenguaje de difícil acceso a los neófitos, pero también lo es que se ocupa a menudo de cuestiones que resultan casi inefables, porque no se refieren a entes de naturaleza material que podamos señalar y palpar para hacer más fácil su comprensión. Esta exigencia no acostumbra a plantearse a la Física, las Matemáticas u otras disciplinas que son tan abstrusas o más que la Filosofía. Tal vez, porque se asume inconscientemente que la ciencia es para los científicos y que nuestra función es beneficiarnos de los resultados de sus investigaciones, aunque no entendamos absolutamente nada del proceso teórico y empírico que las sustenta.
Intuyo que una de las razones es que en esa clasificación artificiosa que se hace de los saberes la Filosofía se ubica dentro de lo que se denominan “letras” o equiparable a las “ciencias sociales”. Y, por supuesto, bajo esta división yace el implícito de que las “letras” son más fáciles y cualquiera puede acceder a ellas. A quienes siguen sustentando esto les sugeriría que abran alguna de las obras de Borges, Joyce, por nombrar a escritores que están considerados literatos -también artificiosamente- y tras su intento de afrontar esas lecturas dieran cuenta fidedigna de ellas. Esto simplemente por poner un ejemplo de lo accesible que son las letras para cualquiera.
No obstante, no quisiera perderme en lo que no es significativo, de tal forma que quisiera hacer una breve reflexión sobre algunas de las cuestiones a las que se enfrenta la Filosofía para mostrar que, a veces, entrar en determinadas disquisiciones requiere una propedéutica.
La Filosofía, sin que pueda delimitarse como se ha hecho un origen en el seno de la Grecia Antigua, se enfrentaba como preocupación principal a la cuestión sobre qué es la realidad. Esta preocupación estaba presente en los mitos más arcaicos, en los que los dioses parecían manejar el cosmos a su antojo, y posteriormente cuando aquellos a los que denominados presocráticos desde un lenguaje aún metafórico y abstracto intentaban explicar el principio y la esencia de todo, lo que se ha nombrado como arké o arjé. Los textos que han llegado hasta nosotros y cuyas traducciones son de una gran complejidad, son oscuros, abstractos, incluso leídos desde hoy con esa mentalidad científico-técnica, a los neófitos les pueden resultar absurdos y pueriles. Obviamente, a quien le sucede esto es porque no está en condiciones de leer textos a los que solo podemos aproximarnos desde un conocimiento del contexto en que fueron escritos y atendiendo a lo nuclear que suponemos que dicen. Claro está, que esa propedéutica de la que hablábamos es imprescindible para no banalizar su contenido por ignorancia.
Aunque no querría que pareciera que son los Antiguos los que pueden resultar inaccesibles. Pasa algo semejante si cualquiera intenta leer a Hegel, Marx, Heidegger, …por mencionar algunos. Puede ocurrir que no entendamos nada, o que por ignorancia nos parezca una estupidez lo que dicen.
¿A dónde quiero llegar?
A, – Que no entendamos el lenguaje de muchos filósofos se debe a que el rigor con el que intentan indagar cuestiones, que sí tienen que ver con la vida, exige el uso de términos precisos cuya combinación puede resultar de difícil comprensión, pero que obviamente no pueden ser abordadas desde el lenguaje ordinario como no lo hacen otras disciplinas.
B,- La Filosofía se enfrenta a preguntas poco cotidianas porque no son obvias y sus disquisiciones son un diálogo continuo que el filósofo sostiene con los que le antecedieron y con sus contemporáneos, por lo que difícilmente cualquiera puede sentarse a leer esas obras en bruto, es decir sin estar familiarizado con ese lenguaje que se adentra en la Metafísica, la Ontología, la Epistemología y a las que necesariamente están vinculadas la Ética, la Política,…
¿Cualquier ciudadano no puede, entonces, filosofar?
Los filósofos pueden usar un lenguaje más accesible para abordar determinadas cuestiones de interés general, lo cual puede implicar que, si uno lo hace refiriéndose a un pensador en concreto, e intenta simplificarlo corre el riesgo de no ser fiel a la complejidad del pensamiento de ese autor. Aun así, aquellas cuestiones que pueden ser de interés generalizado pueden ser dialogadas entre un individuo y cualquier filósofo que, desde su contemporaneidad, decida que los términos con los que va a entablar ese diálogo tienen que se comprensibles para cualquiera que use su razón y su capacidad de diálogo.
A menudo se pretende democratizar tanto la filosofía que se sostiene esa gastada y vacía frase de que todos somos filósofos porque todos pensamos. Somos seres racionales -en principio- pero eso no nos hace físicos, matemáticos, químicos ni filósofos así, sin formación, sin lecturas, sin esfuerzo. La Filosofía no es una disciplina menor, ni de escasa complejidad. De ahí, que todos podemos iniciarnos en la aventura de la filosofía como se intenta desde la educación -cuando la disciplina está incluida en el currículum- o también puede intentarlo cualquiera que tenga verdadero interés y voluntad de batallar en el complejo empeño de entender lo que al humano se le escapa, o le está negado; así como otros ámbitos de la vida humana sobre los que es ineludible seguir pensando y repensar continuamente. Pero esto, insisto, exige un largo camino de estudio, esfuerzo y, a menudo, frustración porque ocuparse de las cuestiones inaprehensibles e inefables no produce la satisfacción de haber hallado la piedra filosofal.
Tras todo cuanto he dicho, desearía clarificar que no ser filósofo no es excusa para no desarrollar una actitud crítica ante nuestro mundo porque esa es una exigencia que debería inocularse en la educación a todo individuo como parte de la sociedad. Ser crítico, no es ser filósofo, aunque obviamente un filósofo debe ser crítico. De esta forma los filósofos tienen, como ciudadanos, la tarea de estimular y alentar el pensamiento crítico, y para ello deben hacerlo, obviamente, desde el terreno en el que se cuece la vida y junto a todos aquellos que por su actitud vital estén dispuestos a deshacerse de un conformismo social que no conduce a ninguna mejora, ni de la sociedad ni de la persona. ¿Son todos los individuos con espíritu crítico filósofos? Pues no, la verdad. Como no todo licenciado en Filosofía lo es, y no porque haya carecido de la oportunidad, sino porque adolecía del espíritu y la voluntad de serlo.
Dicho esto, con lo que muchos pueden discrepar, animo a que todo aquel que lo desee se introduzca en la filosofía con la orientación inicialmente de algún filósofo; después podrá caminar solo adentrándose en el vasto mundo filosófico al que es imposible acceder en su totalidad.
Sintetizando, como individuos sociales deberíamos ser críticos para no ser marionetas, o serlo lo menos posible, pero eso no nos convierte en filósofos, ni falta que hace. De la misma manera que unos se adentran en campos muy especializados del saber y es necesario -microbiología, genética, …- otros se dedican a filosofar, o sea aspiran a saber lo que se nos presenta como inaccesible, o dicho de otra forma aquello sobre lo que no hay eso que podríamos denominar La Respuesta.
Para quien desee entrar en contacto de forma introductoria con la Filosofía recomiendo como un posible inicio:
- L. Kolakowski, Las preguntas de los grandes filósofos. Ed. Arcadia. Barcelona 2009.
- J.Muñoz Redón. El libro de las preguntas desconcertantes. Ed.Paidós. Barcelona 1999.
- J. Sádaba. La Filosofía constada con sencillez. Ed. Maeva. Madrid 2005.
Existen otros libros introductorios que no he leído -ni estoy en estos momentos actualizada en este tipo de obras- que pueden suponer una incursión tan válida como las aquí propuestas. Entre ellos
- E. Infante. Filosofía en la calle. Ed. Ariel
- R. Zimmer. Las obras esenciales de la Filosofía. Ed. Ariel. Colección Quinta esencia.
en filosofía tenemos la mala costumbre de hacer inaccesible nuestro saber, «La exquisitez del lenguaje» lo llamamos en la facultad, debemos dejar de estar suspendidos entre el cielo y la tierra (Aristófanes, Las Nubes) y mostrar las bondades de nuestro filosofar…Besos al vacío desde el vacío
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Desde que estaba a mitad de la carrera he escuchado esta critica al lenguaje usado en la filosofía. Pensar que por el uso de él la filosofía se distancia del mundo es bastante exagerado ya que sin mundo no habría filosofia posible, considero que es mas bien una invitación, una puerta de entrada a la que pocos se atreven siquiera tocar, pero aquellos que toman el riesgo recogen tarde o temprano los frutos de esta aventura.
Gracias por todo.
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El confinamiento de Marzo me cogió haciendo un taller de filosofía, yo no soy filósofa, pero entiendo que el lenguaje y los textos filosóficos alguien que los conozca bien puede explicarlos de manera sencilla accesible, hasta cierto punto, a cualquier persona interesada en el pensamiento y el saber de esa disciplina. Un saludo.
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Sí, espero que lo disfrutaras, si pudistéis seguir online, claro. Gracias
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«Qué es la Filosofía» de Ortega y Gasset
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Sí , gracias…habría muchos, intentaba ofrecer alternativas a neófitos…pero ciertamente este de Ortega y Gasset, como muchos otros que no he mencionado podrían servir.
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Considero que la libertad de ser filósofo perse es para todo aquel que se atreva a intentarlo… Pero la total irreverencia con la que las nuevas vanguardias de lo iconoclasta han de opinar en nombre del Banquete, de Nietzsche, haciendo alarde de así hablaba … Me da álgido dolor lóbulo frontal…
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El hombre masa en modo desacertado.
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Reblogueó esto en FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTOy comentado:
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