El «novismo» en la educación -artículo del 2017-

4 comentarios

Existe en el imaginario colectivo cierta tendencia a valorar lo nuevo, lo último como mejor que lo anterior; tal vez por el residuo aún latente de la idea ilustrada de progreso, se considera que toda novedad es un avance. Esta convicción, por su falta de criticismo, es en ocasiones errada, más aún cuando intentamos legitimar el supuesto avance en el demérito y descrédito arbitrario de lo anterior. Este es el litigio que los defensores del uso invasivo de las nuevas tecnologías en las aulas han desatado contra lo que ellos denominan peyorativamente clases magistrales.

La disputa mencionada se establece desde el momento en que algunos aducen que la forma tradicional de impartir las clases es harto aburrida y que así es comprensible que nadie aprenda, de lo cual podemos casi deducir que el fracaso escolar tiene en esa ineptitud su raíz.  Ahora bien, la manera “tradicional” de impartir las clases tampoco es  tan homogénea como quiere darse a entender. Todos hemos vivido la experiencia de soportar a profesores que se aferran a su silla, abren el libro y como robots inician una lectura monótona del libro de texto, ciertamente, clase soporífera, prescindible y una estafa. Pero también, hemos tenido la ocasión de asistir a clases de profesores que llenaban el aula con su presencia y su entusiasmo, que se apasionaban mientras intentaban transmitir lo que para ellos era una experiencia estética, ética y por tanto vital, y que aún estando una hora deambulando por la clase tras su discurso, solo entrecortado con las cuestiones que los alumnos sugeríamos, siempre eran horas brevísimas, que nos dejaban con ganas de más. Las denominadas, erróneamente, clases magistrales no eran para nada homogéneas. La diferencia la marcaba el carisma del profesor. Por eso querría recordar que el término magistral significa hecho con maestría, es decir con arte y destreza en la enseñanza de algo. Las clases aburridas no son magistrales. Dudo, por tanto, que quien nunca ha sido capaz de hacer una clase magistral,  sea capaz de hacerla ahora aunque para ello recurra a cualquier tecnología punta. Sus clases nunca serán magistrales, porque la maestría está en el profesor no en las herramientas o en las estrategias de aprendizaje.

Dicho esto, deberíamos, además, dejar de disculparnos ante los chicos-as por el hecho de que aprender no siempre sea divertido. Destacar este factor como algo central en la educación estimula la creencia en los alumnos de que sus prioridades adolescentes están bien orientadas. La diversión es un efecto deseable y beneficioso en la vida, pero no un fin en sí mismo. No estimulamos o motivamos más y mejor a los chavales diciéndoles que no se van a aburrir porque les dejamos el ordenador. Son adolescentes pero no tontos. La motivación y el interés surgirán de la experiencia que ellos tengan en las clases. Si el desarrollo de nuestras clases es satisfactorio para ellos, podemos exigirles, hacer que se esfuercen, que trabajen; y, aunque parezca asombroso, en el fondo ellos lo agradecerán cuando constaten que han crecido en capacidad de aprender más y mejor.  A menudo la experiencia es el mejor argumento.

Concluyendo, lo nuevo no es mejor por su novedad, sino por su capacidad de sintetizar lo bueno que ya había y mejorarlo. Si las nuevas tecnología pueden aportar algo a la educación es contribuir a hacer de las clases, clases ciertamente magistrales, reforzando el arte y la destreza del profesor que pudiendo disponer de recursos impensables hace años, tiene a su alcance la posibilidad casi, no hay que renunciar a los sueños de llegar a la magia.

Nota 2021, las clases online: querría recalcar que la mayoría de estudiantes que llevan un año en estas condiciones echan de menos la presencialidad e interacción con el profesor, que facilita por el contacto humano directo la relación educativa -además, obviamente, se lamentan de no estar presencialmente con sus compañeros-

Plural: 4 comentarios en “El «novismo» en la educación -artículo del 2017-”

  1. Curiosamente, yo tiendo a tomar la postura contraria; soy muy crítico con las nuevas tecnologías. Creo que de ese modo las relaciones son mucho más impersonales, que nos hemos convertido en autómatas, en gente sin personalidad que se pasa el día pegada a la pantalla de un móvil. Es muy triste dar un paseo y ver la cantidad de pendejos que tienen los ojos clavados en el puto celular, en vez de disfrutar del paisaje.
    Las nuevas tecnologías también sirven para manipular y crear un pensamiento único, para controlar mejor a la gente. Y, por supuesto, ahora estamos constantemente vigilados; ya no existe la vida privada.

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  2. Coincido contigo: sobre lo nuevo –como sobre cualquier otra cosa– hay que tener una mirada crítica y dilucidar si, de verdad, permite mejorar la calidad de aquello a lo que se dirija, sea la enseñanza o cualquier otro fin. Todos hemos tenido profesores que nos han hecho aborrecer materias; otros que nos han convencido de que no había otra cosa mejor… Mucho depende de su empeño y maestría.
    Sobre las tecnologías: como cualquier herramienta, la cuestión es usarla; no ser usado por ella. Que complementen y no sustituyan. Como todo, creo que lo mejor está en el punto medio. Eso sí: la mirada debe ser crítica y no aceptar que cualquier novedad comporta una mejora solo porque sí.
    ¡Un abrazo!

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