por Un hueco, que no es tal porque nada contiene y en consecuencia está falto de oquedad, anida persistentemente en mí. No soy más que la experiencia emocional acumulada, carente de pensamiento elaborado, nutrida mi memoria de lo que preservé, lo que aprendí y asimilé de los otros.
Me envuelve una ausencia de asideros, como si nunca hubiese leído, nunca pensado. Soy a cada instante el presente absoluto de mi yo; un identidad frágil y fluctuante que no se sostiene a sí misma y que paralizada por el vacío mental me conduce a la resbaladiza ciénaga de no reconocerme. Por ende, no hay re-conocimiento de lo que soy, un movimiento de quien creía ser antaño -no dispongo de ese recuerdo- hacia quien soy hoy, a resultas de la interacción con la otredad.
Así, me esfuerzo en perfilarme continuamente para no perderme en un breve espacio de tiempo y sustentar algún quien que pueda minimizar esa nada en la que habito. Esto sí es un nihilismo radical porque no estoy únicamente desligada de los otros por una constelación de principios o valores comunes, sino porque mi desvinculación constante es conmigo misma. Solo me identifico en el no-ser del que procuro huir, en tanto que sé que mi carencia no es un tránsito sino la estación final.
Existo en la angustiosa incertidumbre de quién soy, ya que no hay rasgos que se sustenten ni temporalmente, y a cada instante me descubro desvalida y resistiéndome a esa inercia amnésica que me está devorando sin esfuerzo alguno.
Otras fueron mis lides, mas ahora la que me perpetua es la de existir siendo alguien. Esa es tal vez la angustia que padeció Kierkegaard o la que evidencia lo real de la nada heideggeriana. No soy nada nuevo. La “noeidad” sea tal vez lo único que me proporcione alguna consistencia.
FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTO 