CHINA: Shanghái, escenario de un Estado omnipotente.

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Ayer, día siete de abril, aparecía una noticia en el periódico La Vanguardia[1] de Barcelona sobre el confinamiento impuesto por el gobierno chino a la población de Shanghái por la variante ómicron del covid19. Hablamos de veintiséis millones de habitantes que ya padecen problemas de suministros de alimentos y fármacos de primera necesidad.

No es ninguna sorpresa que las medidas del gobierno chino sean draconianas en proporción de lo que, en otros muchos países, no consideraríamos una situación de emergencia. Ni tampoco es una novedad que se violen derechos que en democracia están protegidos y que su quebrantamiento puede llegar a los tribunales, además de provocar manifestaciones y protestas en las calles.

También es cierto que de lo que ocurre, en el interior del país asiático, tenemos a veces poca información o distorsionada. Sin embargo, ha trascendido una noticia, que aparte de generar la ira de los propios habitantes de Shanghái y de China en general, ha enervado a muchos países ajenos que ya han pedido la eliminación de la medida. Esta no es otra que la separación de los niños positivos en covid19 de sus padres[2] -inclusive bebés- en centros de aislamiento, con el fin de que estos no contagien a sus familias y el centro económico de la zona se vea lo menos afectado posible.

Esta medida inhumana pone en evidencia el hecho de que, en aquel país, los niños parecen ser del estado y no de los padres. No hay limitaciones al poder del estado sobre sus habitantes ni en lo público ni en la vida privada. La tiranía que se ejerce contra el pueblo se rige por la denominada razón instrumental de occidente -paradójicamente- que consiste en el cálculo medios-fin. Lo que prevalece y es prioritario es el fin o el propósito que el estado chino determina como “bien común”, por encima de ninguna consideración ética respecto de los medios que pisotean cualquier mínimo de humanidad y sensibilidad hacia la vida, justicia o derechos de los ciudadanos. Estos acaban siendo mercancías, curiosamente en un Estado que viene de un régimen comunista, que como tales se intercambian en favor, no del bien común, sino de la mayor rentabilidad y eficacia productiva de un sistema que ha cosificado a las personas con una impunidad y descaro inconcebible en las democracias occidentalizadas, por muchos defectos que estas tengan.

Arrancar a un niño de los brazos de sus padres no está justificado más que en condiciones en las que la vida y la seguridad de la criatura esté en riesgo a causa de los propios padres. En cualquier otra circunstancia, es un secuestro de menores por parte de una tiranía despiadada, que deshumaniza reiteradamente a sus habitantes, los cuales no podemos decir que gocen ni de la categoría de ciudadanos.

Hay quien acusa a occidente de pretender imponer su criterio de la Declaración Universal de Derechos Humanos en culturas que son inconmensurables y muy diferentes. No obstante, habría que recurrir, si se pudiese, a preguntar a los padres de las criaturas qué opinan sobre la medida de apartarles de sus hijos por un tiempo indefinido, sin que ellos puedan negarse, ni tan solo expresar contrariedad. Quizás, sí hay puntos de convergencia entre unas culturas y otras que no dependen de ningún tratado occidental u oriental, sino de un mínimo de compasión con esas personas.

El Estado debe estar al servicio de las comunidades de ciudadanos, nunca usarlos para un supuesto “bien común” que no es tal; porque ¿puede considerarse un bien para la población que las familias que están unidas sean quebradas violentamente para evitar el contagio a los adultos de un virus? ¿No deberían ser las familias las que tomaran esta decisión? Esto último, no dejaría de ser muy cuestionable ya que los hijos están al cuidado de los padres, y estos deben poner por encima de cualquier contratiempo la educación y la salud física y mental de sus hijos.

Si esto sucede en tiempos de paz ¿podríamos imaginar que ocurría bajo una tiranía de este calibre ante un conflicto bélico?


[1] https://www.lavanguardia.com/internacional/20220407/8182615/segregacion-ninos-covid-desata-iras-hanghai.html

Plural: 2 comentarios en “CHINA: Shanghái, escenario de un Estado omnipotente.”

  1. Este caso es uno de tantos que sirven para ver el doble rasero de occidente: mientras a Rusia se la demoniza, a China se le permite hacer lo que quiera, porque tiene un ejército muy poderoso y porque es el gran mercado para todos los países.
    Por otra parte, el modelo chino de cosificar a las personas me recuerda al espartano, donde los niños eran expuestos si tenían alguna deformación; y desde pequeños se les sometía a un duro entrenamiento, una criba. Quien no estaba preparado, sencillamente moría.

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