Las redes sociales han dinamitado las fronteras geopolíticas brindándonos la oportunidad de intercambiar y cooperar con otros ciudadanos que habitan contextos socioeconómicos y culturales diferentes. Este lazo que nos permite tender lazos y entrelazarnos es un acontecimiento, sin precedentes, que debemos saber utilizar en beneficio de los que constituyen los diversos pueblos de la tierra. Crear núcleos de cooperación conjunta cuya presión hacia los que ostentan el poder se traduzca en acciones manifiestas en las calles, coordinadas entre muchos sujetos de diversos estados. Cierto que esto exige que haya personas que dediquen tiempo y esfuerzo como servicio público a todos los ciudadanos del mundo. Se aproveche o no esta contingencia que nos posibilitan las redes sociales, ahí está la ocasión de realizarlo, con el fin de que los pueblos participen de manera más activa en el destino de la humanidad. Esto puede resultar utópico porque, aunque hay grupos que a través de las redes replican los relatos oficiales, falta el segundo paso que es, ciertamente, el más costoso: movilizar a base de desvelamiento de los intereses que nos manejan a la diversidad de poblaciones.
No obstante, las redes son, a su vez, el medio de los poderes económicos y políticos para manipularnos, por lo que nuestra habilidad para filtrar informaciones tendenciosas que intentan distorsionar nuestras percepciones mentales, debe estar alerta. Incluso diría, que estas revoluciones sociales mediante la herramienta que, a su pesar, el poder ha puesto en nuestras manos pudiendo ser usado en su contra, necesitan de especialistas que puedan ayudarnos a desembarazarnos de ese sutil dominio de nuestro pensar y actuar. Son una herramienta muy poderosa para el bien de los ciudadanos del mundo y para su hundimiento, ya que esos especialistas acostumbran a trabajar para los que poseen la capacidad de compensarlos crematísticamente de forma altamente lucrativa, y esos no son los ciudadanos de a pie.
De ahí que una red tecnológica pueda convertirse en una encrucijada en la que todos quedemos enredados y enganchados. ¿Cómo combatir esta trampa? No entiendo otra manera, harto añeja, que no sea creando una conciencia social y política que aúne a los ciudadanos en pro de un horizonte común: forzar al máximo medidas estructurales que contribuyan a crear espacios de vida más justos. Mas, sin esa conciencia política social que debe germinar y latir con taquicardia en el seno de cada sujeto, no veo posible ningún tipo de cambio.
A fin de evitar esta revolución digital por parte de la ciudadanía, los estados y las grandes multinacionales cercenan la educación para crear lo que algunos han denominado alfabetos funcionales. Individuos incapaces de gestionar un flujo de información de todo tipo -incluidas las face news– porque no han desarrollado su autonomía analítica y crítica para filtrar esa avalancha de información y reconvertir en conocimiento lo que procede de fuentes fiables y legítimas -que no necesariamente legales-. Sin conocimiento no hay uso autónomo de la libertad, y sin esta somos presa fácil del control de los poderes que dominan el mundo.
Entiendo, en consecuencia, que los ciudadanos debemos superar los personalismos narcisistas y poner nuestra capacidad, por mínima que sea, al servicio de grupos críticos que rebusquen las inconsistencias de la información con la que nos bombardean, para poder reconstruir posibles relatos alternativos de lo que acontece en el mundo.
Esta es, quizás, el tipo de revolución al que están llamadas las nuevas generaciones que, siendo quizás las víctimas más proclives, son las más preparadas para combatir esta guerra tecnológica en la que estamos inmersos y de la que no poseemos casi conciencia. Ojalá que las redes virtuales se conviertan en enjambres de ciudadanos en las calles con voz propia, demostrando que podemos zafarnos de las mentiras ad hoc, reformularlas al menos como sospecha de lo que se nos cuenta y dejar el rastro material de nuestros pies zapateando rabiosos contra esos intentos de control que facilitan la discriminación, la exclusión y la pobreza de cada vez más millones de personas en el planeta.
Esto es un desiderátum, pero sin explicitar lo que realmente querríamos los ciudadanos, dejándonos acallar, nunca avanzaremos hacía una vida más equilibrada y justa para todos, al margen de su condición étnica, de clase, de origen geográfico, sexual o cualquier otro motivo que se use para considerar menos humanos y con menos derechos a personas que no han tenido la ocasión de decidir nada, en esa existencia que le ha venido dada.
Estoy de acuerdo contigo en que mantener un espíritu crítico y lo más alejado posible de sectarismos (de todo tipo) es un gran ideal. Pero no es esa actitud la que se fomenta en la escuela pública.
El problema es que en España, se vive de subvenciones.
Los sindicatos, viven de las subvenciones del gobierno.
Los partidos políticos, idem.
Las asociaciones feministas, idem.
Y la prensa vive de subvenciones. Y además, depende de la publicidad contratada por los gobiernos.
Así es que creo que la única salida realmente independiente, es internet. Cualquiera puede acceder a ella y dejar un post en un blog, un video en Youtube o lo que sea. Pero luego hay que tener en cuenta la credibilidad del individuo, su independencia de todo tipo de compradores de opinión.
¿Existen los independientes? ¿Hay alguien verdaderamente independiente? Y sobre todo, ¿Qué significa ser independiente? ¿Es ser equidistante? ¿Se puede ser independiente de pensamiento y coincidir con alguna corriente o ya, por el mero hecho de coincidir con esa corriente, la independencia es sospechosa?
Creo que siempre que un ser humano comparte sus ideas con otro, de alguna manera se está influenciando, aun sin pretenderlo. Sucede con la pintura, con la escultura, con la música y con la literatura. Uno siempre está «contaminado» por la influencia del otro, así es que, desde esa perspectiva, la independencia no es total.
Y con la forma de analizar los problemas sucede algo parecido.
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Gracias por tu reflexión!!!!!
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