Leyendo —o releyendo, la memoria se vacía— el siguiente aforismo de Cioran, que reproduzco parcialmente:
“La filosofía, al menos en sus intenciones, no socava las virtudes, quiere preservarlas incluso, pero, en realidad, las debilita; más aún: solo puede nacer, si empiezan a vacilar. Y la filosofía les asesta, a su pesar, un golpe fatal a la larga”
Cioran, E. Cuardenos (1957-1972) Tusquets Editorial
Acuden a mi mente diversas cuestiones: en primer lugar, la función de la duda como punto de partida del filosofar. Si protegiésemos, para nuestra paz, del saqueo fundamental que la filosofía debe ejercer sobre todo cuanto somos capaces de pensar, poseamos el grado de supuesta certeza que sea, la filosofía moriría el pro de una ideología al servicio del poder. De ahí, que, aunque la filosofía no lo pretenda, las virtudes, los valores quedan cuestionados en su fundamento si analizamos pormenorizadamente su genealogía y su sustento.
A consecuencia de lo expuesto, y, en segundo lugar, me remite a la contraposición platónico-aristotélica que la historiografía ha transmitido del planteamiento de dos referentes clásicos e ineludibles de la filosofía occidental. Así, me atrevería a sugerir que la Idea platónica como modelo de lo que es en sí, de forma absoluta, algo que, de hecho, nunca puede ser un algo físico, sino un contenido del intelecto prodigiosamente cultivado no implica la vulgarización que se ha transmitido de que Platón defendiera la existencia de dos mundos, literalmente. Sabemos que Platón fue un gran didacta que utilizó, a menudo los mitos para dar cuenta de manera clara de lo que pretendía transmitir. De modo que, para el privilegiado discípulo de Sócrates, podríamos decir que hay que diferenciar entre la Idea como lo perfectamente acabado e idéntica a sí misma, que no posee materialidad porque solo puede ser intuida mediante el intelecto, de la manifestación particular en una cosa de la Idea, que solo es aspecto de ella, apariencia de belleza, pero no belleza en sí.
Esto es importante porque lejos de formular dos mundos, que nos induce a pensarlos como determinaciones, una perfecta y otra imperfecta, Platón es consciente que lo ideal nunca se realiza en lo material, lo cual no es óbito para que los humanos anhelemos alcanzar la Idea en sí, porque cuanto más nos aproximemos, según su intelectualismo moral, más capaces seremos de realizar en nuestro mundo físico lo bueno, lo bello, lo justo. Sin embargo, el filósofo de la Academia sabía que esto no era posible para los humanos.
De esta forma un discípulo suyo, algo peleón, se apercibió de la inutilidad de duplicar mundos innecesariamente, a pesar de que sostengo que no era la voluntad de Platón y que su lenguaje intentando ser fiel a su maestro Sócrates se sirvió de lo metafórico para no dejar sentadas por escrito verdades que ambos consideraban inalcanzables. Por ello Aristóteles entendía que la Idea platónica solo poseía materialización, determinaba las sustancias concretas y quedaba lejos de ese supuesto idealismo platónico -que estoy cuestionando-. Por lo tanto, esas virtudes a las que aludía Cioran son constatadas empíricamente cuando un individuo las encarna, o dicho de otro modo lo bello solo tiene lugar concretado en un objeto bello, no podemos hablar de una belleza en sí que nunca percibimos -parcialmente- más que como cualidad, virtud de un ente concreto.
Pasamos pues, de lo que puede ser pensado a lo posible, transgrediendo el principio de Parménides de que los mismo es pensar que ser.
Con las aportaciones aristotélicas situamos las virtudes y los valores morales en la esfera de lo físico, fáctico que puede ser experimentado, percibido, y que nos permite a la postre decir de alguien que es generoso, ni más ni menos porque realiza acciones generosas, nunca porque sea capaz de disertar teóricamente sobre una virtud que nunca pone en práctica.
¿Qué nos dice esto hoy? Entiendo que, por una parte, en este mundo complejo lo más fiables es la forma de actuar de las personas, no sus ideas ornamentadas y argumentadas, teniendo en cuenta que la autenticidad y la honradez se hallan en horas bajas, junto con otros valores o virtudes. Hoy en día se valida el dicho popular de vale más una acción que mil palabras, porque de discursos falaces intencionadamente estamos sobrados.
Por otra parte, que, si la filosofía descabeza teorías y las deja oscilando en el abismo de la duda está asumiendo una función crítica imprescindible, estimulándonos a pensar autónomamente y a apercibirnos de que los discursos se fundamentan, en última instancia, en acciones congruentes, y que, si no es así, debemos ser descreídos, porque la palabra en el ámbito ético y político raramente es performativa. O sea, decir X, no realiza X, por lo que hasta que no constatemos que en el mundo se ha materializado la x como acción, debemos dudar de la fiabilidad del relato que sostiene X.
Obviamente, lo dicho aquí no es más que un apunte que nos llevaría a profundizar en los sujetos de la acción, en los auténticos fines de esta y como lograr la transparencia en un contexto tan turbio. Pero dado el tamaño de tal empresa lo podemos dejar en suspense, y leer numerosas obras de filósofos que argumentan y repiensan la cuestión.
Bibliografía actual
Una introducción a la ética de la que se puede extraer nutrida bibliografía es. Manual de Ética. Para el ciudadano, el científico y el político. 2ª edición. Manuel Fdez. de la Cueva Villalba. Doce Galles.
Otras sugerencias entre muchísimas, más especializadas:
La responsividad ética. Patino González, Susana Magdalena. 2010. Ed. Plaza y Valdés.
La fuerza de la no violencia. Lo ético en lo político. J. Butler. Paidós básico.
Una ética para el S.XXI. Javier Sádaba. Tecnos. 2020
Webgrafía
https://theconversation.com/banalizamos-la-etica-156393
se trata de encontrar la coherencia entre pensar y ser, decir y hacer, lamentablemente no siempre pasa así, se da de manera normal y natural la falta de coincidencia entre lo que predican y hacen se ha tornado tan natural como respirar…
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Puede venir a colación la frase atribuida a Platón «cuando un hombre no se sacrifica por sus ideas, o no valen nada estas o no vale nada el hombre»…Ah! la coherencia hoy en día. Gracias por el artículo y las reseñas.
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