Nos sucede, en ocasiones, que estamos tan obcecados con un proyecto, cuyos inicios tenían un propósito loable, que acabamos perdiendo un poco el norte. Es decir, lo sustantivo no fue nunca el proyecto concreto, que no es más que un instrumento, sino ese fin que suponíamos beneficiaba, en los aspectos que fuera a la sociedad, aunque fuese parcialmente.
Mas, con el tiempo, el esfuerzo, la constancia y la dedicación que nos exige nubla nuestra vista y solo podemos ver el crecimiento del proyecto en sí, al margen de lo que lo hace deseable que es su fin.
En este impase, sin apercibirnos abrimos grietas con aquellos que por las razones que sean abandonan el proyecto, como si no hubiese otras formas más adecuadas para el otro de nutrir de autonomía a los individuos que forman parte y arte de la sociedad. Nuestro quehacer cotidiano nos hunde en lo instrumental convirtiéndolo en lo sustantivo, e iniciamos un rechazo meramente emocional hacia quienes no siguen incondicionalmente trabajando en lo nuestro.
Lástima que en estos procesos de trabajo desmedido olvidamos que era inicialmente lo nuestro, y que esta voluntad de espolear a los individuos desde su sensibilidad y su conciencia puede realizarse desde una diversidad de proyectos concretos, que no necesariamente es por el que nosotros hemos optado.
Deberíamos reconocer el tiempo dedicado por cualquiera a trabajar en un medio en concreto, y regocijarnos de que siga contribuyendo a la autonomía y mejora de la sociedad desde otros ámbitos. Unas veces porque se siente más cómodo en él; otras porque los que están comprometidos en luchar desde su posible contribución a regenerar formas o estructuras sociales poco beneficiosas, acostumbran a abarcar tanto que se secan, se agotan. Este exceso no es finalmente favorable para nadie porque, al fin y al cabo, vale más concentrar esfuerzos en menos proyectos, pero poder dar el máximo en aquellos en los que se contribuye.
Entiendo que este principio que acabo de formular no tiene una concreción universal, sino que cada individuo atendiendo a sus circunstancias debe con honestidad prestar sus servicios de la forma que mejor pueda.
Y aquí, entran el juego los factores que presionan al individuo para poder elegir graduando su esfuerzo de manera óptima. Hay quienes, cegados por su proyecto, pueden tener un sentimiento de traición que por mucho que pretendan esconder desprenden con sus gestos. Otros, al contrario, se muestran respetuosos con la decisión personal de cada uno, si ciertamente confían en la honradez de esa persona.
Sea como fuere, huyamos de enjuiciar las decisiones de los otros. Primero porque podemos desconocer razones que les llevan a esa decisión y que no tienen obligación alguna de compartir, otras porque quien ha dado lo que tiene y puede no renuncia a seguir contribuyendo desde distintos ámbitos por capricho, sino tal vez porque la experiencia le invita a recapacitar y a medir sus propias fuerzas.
Por mi parte gracias a todos aquellos que desinteresadamente han contribuido o contribuyen, desinteresadamente, en la mejora de la vida de todos.
Querida Ana, me ha encantado, muy ciertas tus palabras. Si cada uno colabora, un pequeño gesto, cordialidad, respeto, agradecimiento, ayudar cuando se pueda. Existe más satisfacción en dar que en recibir. Gracias por compartir.
Un abrazo fuerte.
Gracias.
Elvira
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Ana, esta cosa, no me permite dar like, después regreso.
Gracias.
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Tranquilaaaaaa…. No hace falta. Gracias Elvira!!!
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Muchas gracias, Ana.
Un abrazo.
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