LA SOCIEDAD DE LA ASFIXIA, una «virtud» más.

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La burocratización de las instituciones que regulan la vida social se ha tornado asfixiante. Para ser más exactos, parece que pretendan evitar la regulación de cualquier ámbito y que el ciudadano se inhiba de hacer gestión o petición alguna. Si no hay peticiones o demandas no hay nada que regular, ese parece el objetivo subrepticio.

El intento de realizar cualquier gestión en los servicios básicos de la vivienda, en la educación, la sanidad ocupa el pódium del ranking, en los ayuntamientos, en la Generalitat, en las entidades bancarias, agota la paciencia y capacidad de resistencia de los ciudadanos indefensos, que acaban por agachar la cabeza y convencerse a sí mismos de que no les hace tanta falta.

No es únicamente, los ejemplos que cito así lo demuestran, una cuestión entre lo público y lo privado, aunque ciertamente en las instituciones públicas genera un grado de impotencia aún mayor.

Este padecimiento se ha intensificado desde que se declaró la pandemia del covid19. Con este pretexto se han priorizado definitivamente las gestiones telemáticas, y mantener una conversación por teléfono con alguien que te oriente adecuadamente sobre cómo y dónde realizar una mísera gestión, es un hito imposible. Máquinas que contestan y te invitan a teclear números según tus necesidades, para acabarse colgando por saturación de líneas, informaciones contradictorias sobre tu petición que te llevan a sentirte una pelota de ping pong, a la que todos se sacuden con una maestría impresionante.

Llevar a cabo cualquier asunto administrativo en Catalunya, en estos momentos, implica entrar en un estado de desidia y desesperación. La burocracia digital ha venido para deshumanizar y hacernos más difícil la vida a los ciudadanos, eso creo que lo hemos experimentado en muchas ocasiones. Eso sí, nunca hallaremos problemas para hacer trasferencias de una cuenta a otra o un pago, esto es más fácil; obviamente para los que manejan esas tecnologías y se atreven, otros tienen la sensación de estársela jugando.

El resultado es menos personal en las entidades bancarias, las administraciones públicas con unos programas informáticos que a menudo dan pena y no dejan que los que quedan de carne y hueso hagan su trabajo “porque no les da la opción”, y si no les da la opción tu demanda queda sin tramitarse porque no existe ni ella, ni tú.

Decíamos que quien se lleva el primer premio es la Sanidad pública. Expedientes de pacientes erróneos con información de otros, visitas realizadas a especialista sin ningún tipo de constancia e informe, tensión entre médico de familia y especialistas, porque los primeros se pasan las horas delante del ordenador haciendo gestiones derivadas de visitas a los segundos, o eso dicen. Los especialistas que, si aparte de teclear en el ordenador te echan una ojeada, pero se ahorran pruebas que sería de sentido común que te pidieran -tal ve estén penalizados, porque sabemos por confesiones de médicos que su sueldo se veía reducido si el monto de pruebas que pedían era considerado excesivo, por los burócratas-políticos, claro no por ningún comité médico.

La relación con el médico de familia -que para algo se creó en un momento esta figura- es casi robótica. Existe una aplicación denominada MI SALUD, mediante la que tú te gestionas todo: atento al resultado de las pruebas que te hagan y a ver qué facultativo se encarga de mirársela – ¿el que te la prescribió? Aquí obvio no hay nada-. Si quieres algo del médico de familia le dejas un mensaje, cuando la aplicación te deja porque a veces está cerrada, y suspiras para que no se demore mucho en verla y responderte, si no es que de repente ves que se ha cerrado la incidencia sin respuesta alguna. Si acudes al CAP, ambulatorio, te sugieren que hagas la gestión por internet, y las citas son hiperfiltradas por los administrativos que, al final, parece que sean los que te pasen consulta. Un absoluto desastre de gestión, teniendo en cuenta que la inversión, al margen de lo que costó la pandemia ha aumentado en los últimos años.

Esta burocratización de cuanto se propone hacer en su vida va asfixiando al ciudadano, lo agota, diríamos que lo vuelve estéril como sujeto político ya que su deseo de implicarse en una vida sociopolítica tan rígida, sin flexibilidad y que no deja lugar para la vida se disipa. Diríamos que de tan solo pensarlo le provoca irritabilidad y una especie de reacción alérgica.

Tras tantas caracterizaciones de las sociedades actuales, ha llegado el momento de destacar la dañina burocratización de la vida social que está provocando la imposición de las tecnologías. Si cuanto hacemos, o no hacemos inclusive, queda registrado como nuestra trayectoria de vida, y todo pasa por gestiones informáticas se trate de la cuestión que se trate, al menos de entrada -aunque solo sea pedir la X cita previa que supone un control y sometimiento más de la ciudadanía, porque necesitas permiso para acudir a la administración pública, y a muchas entidades privadas-, ¿Dónde podemos subir a respirar?, como planteaba Orwell. ¿Qué ámbito de la vida privada no ha quedado ya burocratizada?

Estamos siendo sofocados por una sociedad que se ha convertido en un instrumento burocratizado de control y de inhibición de conductas. Eso sí, las que afectan al Estado o al de grandes corporaciones privadas, porque las que se dan entre los individuos restan como espacio de falsa libertad, y es allí quizás donde la violencia aumenta, irritados de un ahorcamiento continuo, desbocamos nuestra ira en los otros porque hay tramos de tiempo no controlados. Es una argucia eficiente llevarnos a rozar la locura por agotamiento e impotencia y, de facto, lo consiguen.

Logran además una confusión entre lo que es la libertad y el desahóguese quien pueda, que como el sentido común nos indica no tienen nada que ver. Y esa minimización de la libertad se consigue estrechando las vías para que se nos reconozcan y se gestionen cuanto se deriva como un derecho del ciudadano. Nadie dice No, pero es tan sumamente complejo y a menudo imposible de gestionar -entre otras cosas necesitarías no trabajar para disponer del tiempo necesario- que el desprotegido ciudadano acaba percibiendo un No. Aunque nunca podrá demostrarlo.

Si Max Weber criticó la burocratización de la vida moderna, acertó, aunque dudamos que llegar a intuir hasta qué punto iba a llegar la situación; y todo esto gracias a una pandemia que ha legitimado el triple salto mortal de la imposición de las tecnologías digitales, y que sabemos que solo puede ir a más, porque ya no hay retroceso. Resultado: deshumanización, ruptura de lazos sociales y enfrentamientos de unos ciudadanos contra otros por la extrema rigidez del sistema. Un caldo de cultivo favorable para legitimar un mayor control sobre la población. Este es el Gran Resset -o un aspecto- del que habló el Fondo Económico Mundial en plena pandemia. Solo nos queda felicitarlos por su habilidad y eficacia: están matando la vida para sustituirla por una semi-vida, seres con impulso y movimiento teledirigido por presión o dominio.

Plural: 2 comentarios en “LA SOCIEDAD DE LA ASFIXIA, una «virtud» más.”

  1. ¿Inconformidad filosófica? ¿Otra vez? ¿Que no captan la profundidad del orden burocrático para contrarrestar la caótico existencia humana? A ver que tiene de anormal darle una cita para oncología a un paciente 5 días después de su muerte? Nada eso es orden…¿ Qué tiene de raro solicitar construir un baño en una escuela para ser aprobado dos años después cuando se necesitan ahora computadoras? Nada, filósofos subversivos si siguen así no quedara sino vetar su carrera a nivel mundial y generar más tecnócratas…¡faltaba más! Mi otro Yo en defensa de la espina dorsal del Estado burocrático… sorry

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