La culpa: externa e interna.

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La culpa es un sentimiento de responsabilidad por un daño causado a partir de una acción u omisión.  Este sentido del término sería aplicable en las relaciones sociales, ya que nuestras acciones u omisiones son intervenciones o abstenciones que interfieren en los acontecimientos, los cuales afectan a una red de individuos. Es obvio que la acción u omisión presupone una voluntad que quiere por motivos racionales o emocionales llevar a término esa y no otra acción. Lo cual no deja lugar a dudas de la responsabilidad que el individuo que actúa tiene y debe asumir moral y legalmente de las consecuencias dañinas que se desprendan.

Sin embargo, existe otro sentimiento de culpa que el individuo se provoca a sí mismo por una autoexigencia desmedida, o por una presión externa que le impone un listón alto de consecución. En cualquiera de los dos casos diríamos, en términos freudianos, que el superyó o su conciencia moral actúa incisiva y punzantemente en el yo del individuo. Este último está condenado a no estar nunca a la altura de las expectativas, que sobre sí mismo tiene inoculadas, y que le generan una angustia permanente por la opresión que padece.

Hay individuos que tienen tan interiorizado los ideales morales del superyó que, incluso cuando algo acontece a su alrededor necesita pensar para discernir si ha sido él el culpable o no, se halle o no próximo a los hechos o al individuo que ha sido dañado.

El sentimiento de culpa se convierte así en una herramienta de manipulación de unos respecto de otros, el denominado “chantaje emocional”, pero no solo; hay estructuras sociales y políticas que juegan con inculpar a los ciudadanos de determinadas situaciones para lograr que actúen de la forma buscada. Un ejemplo claro, me parece, lo tendríamos en la cantidad de anuncios que emiten para transmitir al ciudadano que la responsabilidad del cambio climático y el desastre natural, que estamos empezando a experimentar de manera evidente, es consecuencia de que ellos no reciclan. Ante este tipo de manipulación, aparte de soltar serpientes por la boca, recuerdo las reuniones que se han realizado entre los países que por su desarrollo industrial y tecnológico son los principales protagonistas de este declive natural, y los que habiendo contribuido de una manera ínfima sufren con más virulencia las consecuencias. Me viene a la mente los acuerdos de compensación económica que no se han hecho efectivos y las grandes dificultades que han tenido en la última cumbre para llegar a mínimos acuerdos, dada la urgencia de la situación. Solo sugiero que se consulte qué tanto por ciento supone los vertidos de los ciudadanos por su consumo y el del resto de las actividades que contaminan. Además, me desgolleto de risa, cuando están haciendo todo lo posible para que no se fume en las terrazas, las cuales se hallan a menudo expuestas a la contaminación mucho mayor -sin comparación alguna- del tránsito automovilístico que pasa por nuestro lado, y del que parece que los ciudadanos no tienen ninguna conciencia. Animo también, a que se consulten estadísticas de las muertes por contaminación ambiental anuales reconocidas -que ya sabemos que las estadísticas pueden hacer maravillas-. Se nos quedará cara de bobos de lo perjudicial que es nuestra contribución al cambio climático, directamente claro. En estas pequeñas acciones, porque para que se siga contaminando es porque el sistema productivo-consumo funciona y da beneficios a los que invierten en ello, con lo que nuestra responsabilidad, dificilísima de eludir, está con más rigor en esta contribución. ¿Es posible sobrevivir en un sistema que prioriza los beneficios de algunos por encima de la contaminación del planeta? Pues es casi imposible, a no ser que nos excluyamos del sistema y no tengamos ni para alimentarnos, ni lugar donde vivir.

Pongan, por lo tanto, las cosas en su sitio, y ponderen las responsabilidades de cada agente social, en lugar de hacernos creer que una gran parte depende de nosotros, porque no es así -claro está que no debemos echar los despojos en cualquier sitio, eso ya es por educación e higiene, y mucho menos por contaminación.

Sintámonos culpables de lo que somos ciertamente responsables, siempre con vistas a adecuar nuestras acciones u omisiones, nunca para exculpar a otros.

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