Refugiado en la áspera soledad se siente a salvo. Es un reducto en el que nadie interfiere, sobre todo para mal, en el ritmo lento y convulso de sus emociones. Esas que los otros no percibirán, o que encontrarán anómalas porque no se rigen por unos parámetros de lo normalizado y de lo que se resiste a serlo. Aunque siendo justos, no hay emociones que como si fuesen sujetos decidan no sucumbir a lo normativo, sino que su intensidad y la hipersensibilidad que las desata no están contempladas en el umbral aceptado socialmente.
Así, ¿qué les queda a esas personas que se sienten apabulladas por los sonidos intensos, los excesos de gentío, por la obligación de interactuar con los otros, por la obligación de ser normal? Huir raudas del entorno que las desestabiliza para aislarse en su reducto salvífico.
Habrá días en los que podrán sobrellevar esa presión externa con menos alteraciones y aparentar no sufrir, ni actuar de manera llamativa. Sin embargo, mirando la cuestión desde la barrera de los que se consideran normales, deberían hacer el esfuerzo de tomar conciencia que las diversidades no son solo cuestión de elección subjetiva, sino que siendo cada uno distinto de los otros se nos impone un patrón de lo normal que excluye por completo a personas que sabemos que son y están entre nosotros, que poseen necesidades y capacidades diferenciadas que forman parte de su idiosincrasia.
Nos falta sensibilidad y estar atentos a las manifestaciones de angustia e inadaptación de otros, en momentos determinados, para respetar la gestión de su vorágine emocional y permitirles por derecho propio que sean como son. Pienso, por ejemplo, en las personas autistas, cuyas barreras sociales no están contempladas en lugar alguno e incluso entre los neurotípicos no nos esforzamos por acoger, sin presionarlos, y dejando que ellos se autogestionen. Si nuestras sociedad hiperactivas son dañinas para cualquiera imaginemos a una persona autista hundida en ese atroz disparador de estímulos.
Reblogueó esto en How I found My Muchness.
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No hay nada que más me aterre que la normalidad…atte. mi otro YO
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