Avezados en los entresijos de la existencia, no permanecemos por ello exentos de conmovernos ante la amplitud de lo posible que deviene acontecer. Y en ese perpetuo e imprevisible estar, podría acometernos una situación insólita, semejante a la que producimos oníricamente y que se nos antoje inverosímil. Como, y a modo de ilustración, descubrirnos en tránsito por la pavorosa oscuridad de un túnel, al que ignoramos cómo hemos llegado y, peor aún, cómo nos evadiremos. Rozando prudentemente las húmedas y agrietadas paredes con el propósito de reseguir la vía trazada y, con el ánimo flojeando, de que ese tránsito nos conducirá a buen puerto, y no nos hallaremos, aun peor, en un laberíntico espacio por el que iremos, sin quererlo, trazando circunvalaciones de locura.
La experiencia es un bagaje referencial de lo que se muestra similar, pero inútil ante lo insospechado. Así, creernos sabios del vivir es la estupidez encarnada.
Y, me atrevo a añadir tres años después, que la sabiduría consiste en la capacidad de afrontar con serenidad la incertidumbre, eludiendo la angustia y creando respuestas que nos ayuden a vivir, lo mejor posible o lo menos mal imprevisible. Quien cree que posee la «piedra filosofal» es el mayor ignorante: primero por creer que pueda haber tal cosa; y, segundo, por la arrongancia narcisita que puede quedar llevarle al abismo.
«Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy realmente seguro de lo segundo».Einstein.
¿Sabiduría? ¡Cuántas estupideces se dicen en tu nombre! Siempre hay que desconfiar de los sabios digitales…atte. Mi otro YO
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Aujourd’hui tu m’offres un cadeau rare, c’est celui qui confirme le premier reçu ce matin qui démontre que le hasard n’existe pas, ce qui survient est entièrement lié à ce que nous avons marqué de sang et d’ongle pour notre chemin.
Merci infiniment Ana, je t’embrasse chaudement.
Alain
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