Ayer hubo muchos niños que tuvieron el privilegio de confirmar que la magia existe. Que todos los regalos que recibieron era imposible que sus padres se los hubieran podido comprar nunca, y menos así, de sopetón. Que es los reyes magos no solo pasaron secretamente por sus casas, sino por la de sus abuelos, tíos, dejando un reguero de obsequios inimaginables.
Muchos pidieron aquello que para ellos suponía su sueño. Y, algunos, creyendo firmemente en la bondad infinita de esos reyes tan extraños, pidieron trabajo para sus padres, que no faltase la comida en casa, porque solo así su familia podía ser mínimamente feliz; renunciando como un héroe a esos objetos que la sociedad de consumo ha puesto durante meses delante de sus narices, a fin de desatar un deseo infinito. Estos niños, capaces de abstenerse del deseo propio y de priorizar la satisfacción de las necesidades familiares básicas, serán en el futuro probablemente grandes personas, que allí donde se encuentren contribuirán al bien recíproco entre sus congéneres.
A otros niños, seguro que les restregaron la verdad por el rostro, para que aprendan que no hay magia, ni milagros y que lo que uno no luche por conseguir en la vida nadie se lo va a regalar. Ciertamente, hay padres que no tuvieron otro remedio que desvelar el truco de la magia real. Y este secreto hecho trizas a edades tempranas inocula en sentimiento de injusticia en el tuétano de los huesos, porque, una vez más, hay clases sociales, niveles o como nos guste denominarlo, que se impone crudamente a cualquier sueño. Y eso que otros disfrutas como magia, no es más que el poder adquisitivo de su familia, el lugar socioeconómico y el destino fatal de los que se sienten excluidos siempre para todo.
La noche de reyes para muchos niños es mágica, pero para otros, los de siempre, es la tragedia personificada porque una vez más se espejean como lo que No, los que No para todo.
Se hacen campañas de recogida de juguetes para evitar esas situaciones, pero no todos los niños se benefician de eso, ni se gestionan de tal manera que los más pequeños no se enteren que, al igual que la comida, los juguetes también los dan en el punto de recogida de los que solo pueden recoger, ya que no tienen nada para dar.
La magia tiene truco, y el truco es la cruda realidad.
Cierto!!
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